Para recordar: “Sino que Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal” (Génesis 3:5).
El carnaval, es una tradición que el mundo celebra generalmente en febrero y entre otras características: Todas las personas que quieren, se disfrazan de lo que les place. Hay quienes señalan que los disfraces están muy costosos, y por ello, jocosamente dicen quedarse con su propio disfraz de la cara y del cuerpo que poseen.
De todas maneras, muchos se disfrazan de dioses, ídolos místicos o humanos, reyes, naturaleza y mil motivos diferentes. Sin olvidar que un ídolo es: “Todo lo que se coloca, antes o en el lugar de Dios”
Según texto inicial, el nombre sagrado de Dios, se escribe con “D” mayúscula, bien sea que nos estemos refiriendo al Padre, al Hijo, o al Espíritu Santo.
Cuando Satanás les dijo a la primera pareja que serían como Dios, “conocedores del bien y del mal”, los exégetas bíblicos tradujeron con “D” mayúscula y él diablo sabía que no serían como Dios, pero si como dioses, finitos o mortales.
El diablo les había señalado que no iban a morir (Génesis 3:4), pero murieron. Y según la Biblia, Dios no muere; por lo tanto, la inmortalidad solo le pertenece a Dios. Bien dijo el apóstol Pablo: “Y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombre mortal, y hasta de aves, cuadrúpedos y reptiles” (Romanos 1:23). Parecido al carnaval, ¿no es así?
Dios, en la Sagrada Escritura, se nombra con atributos que nunca pueden ser adjudicados al humano, como ser Todopoderoso (Génesis 17:1). Pensar que algunos reyes, gobernantes o humanos, se creen omnipotentes.
También, nuestro Dios es señalado en la Biblia como eterno, infinito (Génesis 14:22); omnisapiente (todo lo sabe) como lo reseña David en el Salmo 139.
Por su parte, los fariseos no entendieron la naturaleza de Cristo y lo acusaban: “Tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33). Pero, esa fue la razón por la cual Jesús, siendo Dios se hizo humano, para poder morir por todos nosotros, tristemente en la cruz del Calvario (Filipenses 2:5-8).
El apóstol Pedro le contestó a Jesús, lo que el cielo le reveló: “Tu eres Cristo, el hijo de Dios viviente” (Mateo 16:15,16); Jesús, a través del profeta ha dicho: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. (Isaías 45: 22); ya en la tierra, Jesucristo señaló: “Yo Soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14: 6), el único en quien podemos ser salvos (Hechos 4:12).
El dictamen del diablo se ha cumplido parcialmente, porque los seres humanos, por años, han creados dioses con “d” minúscula, como: El sol, la luna, el Nilo; dioses de la mitología griega; objetos, hasta llegar a forjar a personas como dioses; en la política y algunas religiones lo vemos frecuentemente.
En ese sentido, Dios nos advirtió: “No os haréis ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para postraros ante ella; porque Yo Soy el Eterno vuestro Dios” (Levítico 26:1). Por eso, no debemos arrodillarnos o inclinarnos ante cualquier humano.
El salmista David lo manifestó: “Nuestro Dios está en el cielo, y…los ídolos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, pero no hablan…Manos tienen, pero no palpan; tienen pies, pero no andan; ni hablan con su garganta… ‘en quienes no debemos confiar’ (Salmos 115:3-8). Continuará.
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