Un auto conducido por un suicida explotó el martes cerca de un club de agentes de policía en la capital de Siria, Damasco, matando a al menos 10 personas y provocando cuantiosos daños materiales, según medios estatales.
La explosión se registró cerca de un mercado de verduras en el barrio de Masaken Barzeh, en el norte de la ciudad, dijo la agencia de noticias oficial SANA.
La televisión estatal, por su parte, explicó que el incidente ocurrió cerca de un club de policías y que mató a al menos una decena de personas. Mostró imágenes del lugar de la explosión, donde se podían ver varios coches dañados y uno calcinado. El mercado y el club están próximos entre sí.
Mientras, el grupo opositor Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, dijo 8 policías murieron y otros 20 resultaron heridos a consecuencia de la explosión en el estacionamiento del club.
Ataques de este tipo no son algo extraño en la capital siria, desde donde gobierna el presidente President Bashar Assad.
El atentado se produjo un día después de que un grupo internacional de derechos denunció que fuerzas del gobierno sirio y soldados del ejército ruso lanzaron bombas de racimo en ataques perpetrados en las dos últimas semanas, matando a 37 personas.
El informe de Human Rights Watch (HRW), publicado el lunes, dijo que este tipo de munición, prohibida internacionalmente, se empleó en al menos 14 ataques en cinco provincias del país desde el 26 de enero.
En estas acciones murieron al menos 37 civiles, entre los que había seis mujeres y nueve niños, agregó. Además hubo decenas de heridos.
Las bombas de racimo se abren durante el vuelo y lanza docenas de artefactos más pequeños en una zona amplia. Unos 98 estados forman parte de una convención que prohíbe su uso pero varios país — entre los que están Siria, Rusia, Estados Unidos, China e Israel — no firmaron la orden.
En las últimas semanas, las tropas sirias libran una ofensiva en la provincia de Alepo, en el norte del país, con apoyo de la aviación rusa, en un intento por tomar las partes que controlan los rebeldes en su capital, la mayor ciudad del país y su centro comercial.
La semana pasada, el ejército sirio y sus aliados levantaron el sitio impuesto hace tres años a las localidades chiíes de Nubul y Zahra, en la provincia de Alepo.
HRW dijo que alguno de los ataques recientes con bombas de racimo tuvieron lugar cerca de Nubul y Zahra.
Activistas de la oposición ya habían denunciado que Rusia emplea este tipo de municiones desde el comienzo de sus bombardeos aéreos en Siria, el pasado 30 de septiembre.
HRW ya documentó antes al menos 20 ataques conjuntos de fuerzas rusas y sirias con bombas de racimo, entre el 30 de septiembre y el 14 de diciembre. La ONG pide además a Siria y Rusia que se unan a la convención sobre este tipo de armamento.
El grupo internacional de Apoyo para Siria (ISSG, por sus siglas en inglés), que se reunirá el jueves en Alemania, «debería convertir en prioridad la protección de civiles y dejar de patrocinar ataques indiscriminados, entre ellos los que usan munición de racimo», explicó HRW.
El ISSG está formado por 17 potencias regionales y globales que buscan terminar con el conflicto en Siria, que se cobró más de 250.000 vidas desde marzo de 2011.
Las bombas de racimo se han empleado recientemente en otros conflictos en la región, incluyendo el librado por las fuerzas leales al presidente libio Moamar Gadafi, que fue derrocado tras un sangriento levantamiento en 2011.
Naciones Unidas y grupos de derechos humanos apuntaron que Israel lanzó alrededor de 4 millones de bombas de este tipo en su guerra de 2006 contra Jezbolá. Más de un millón no llegaron a explotar y ahora ponen en riesgo la vida de los civiles, según expertos en desminado de la ONU.