Se empeñan las autoridades del alto gobierno, en presentar ante el país cifras para demostrar que se mantiene una tendencia declinante de la inflación, con el cierre en agosto de esta variable en 1,1%, la acumulada en los primeros ocho meses del año en 9,8% y la anualizada en 18,1%; sin embargo, sigue siendo la más elevada de América Latina y una de las más altas del mundo, por lo que varios analistas estiman que no es para cantar victoria.
Asimismo, se anuncia que en un plazo de dos años en el país habrá una inflación de un dígito, lo cual es deseable y posible, pero para ello se requiere la creación de un clima que permita rescatar la confianza, de manera que fluyan nuevamente las inversiones, estancadas en los últimos 14%, luego de haber alcanzado un 18% y 20% del PIB, en su momento de mayor dinamismo, para caer en estos momentos a niveles de 6% y 7% del Producto, de manera de dinamizar la economía e incrementar en forma relevante la producción nacional.
El presidente del BCV, consciente del peso de un 33% que tienen los alimentos y las bebidas no alcohólicas, como componente de la inflación, está consciente de la necesidad de “continuar impulsando la producción” de rubros alimenticios, por cuanto es la única manera de alcanzar una inflación de un dígito, lo cual no se avizora por el momento, porque el desfase que existe entre la inflación represada a través de los controles de precios y de la Sundecop, se sigue reflejando en los precios a los cuales los consumidores tienen que pagar los productos en la economía informal, con diferenciales entre 30% y 60% en relación con los precios controlados.
Los gremios empresariales han señalado que no será posible controlar la inflación, mientras el gobierno no permita la participación de la empresa privada en la definición de las grandes políticas macroeconómicas; sin embargo, aun cuando organizaciones como Fedecámaras, Conindustria y Consecomercio, se mantienen abiertas al diálogo, el interlocutor no le ha prestado atención durante los últimos 14 años, resultando poco probable que en estos momentos, en medio de una campaña electoral que le luce adversa, esté pensando en cambiar el tercio.
Por otra parte, cuando les pide a estos funcionarios de Planificación y Finanzas y del BCV, que expliquen cómo es que los consumidores y las amas de casa no perciben que los precios de los productos, según los criterios y las cifras que exponen, están bajando, se vuelven un ocho y le echan la culpa a los 30 años que tiene el país con inflación de dos dígitos y a la percepción que tienen los venezolanos; sin embargo, las respuestas no son convincentes, por el contrario las dudas se profundizan.
Otro de los temas que se pone a la mesa para el debate, es el del crecimiento de la economía, el cual de acuerdo con el criterio del sector privado, no es sostenible en el tiempo por cuanto no hay inversión ni incentivos para la producción, sino que se trata de un dinamismo sustentado en aumento del gasto público, lo cual es tradicional en épocas electorales, es decir que se trata de un crecimiento artificial.
Asimismo, es innegable que aun cuando acaba de entrar en vigencia la segunda parte del ajuste del salario mínimo, el venezolano ha perdido poder adquisitivo, la productividad no experimenta crecimiento desde el año 1978 y la economía informal sigue en ascenso. No es un secreto que poder pagar el costo de la canasta básica, es decir los alimentos y el resto de los servicios básicos, se requiere por lo menos de 4 salarios mínimos, incluyendo el ajuste, ya que la misma está en alrededor de los 8.000 bolívares fuertes.
Lo que el pueblo reclama
En estos momentos de efervescencia electoral, para los empresarios venezolanos urge que el país entero se oriente a la discusión y construcción de un escenario que promueva mayor producción nacional; la generación de empleos de calidad; el rescate del poder adquisitivo del salario; mecanismos de ahorro efectivos que garanticen una vejez digna; la reducción de la informalidad y su incorporación a la protección social; la formación y capacitación de los trabajadores formales para apoyar su crecimiento y de los informales para incentivar la conversión de las iniciativas en emprendimiento en empresas productivas.
Se ha propuesto la necesidad de un debate público, entre los candidatos con mayor opción de ganar la contienda electoral, el cual permitiría confrontar las ideas, los nuevos planes y proyectos, las metas y objetivos que se tienen para el futuro; sin embargo, el candidato al continuismo lo ha descartado, por cuanto está consciente que no tiene nada nuevo que ofrecer, que ya el pueblo no cree en promesas trasnochadas, además ha llegado a la conclusión que lo que no hizo en 14 años, no lo podrá hacer en seis.
Estamos en presencia de un Estado dispendioso, que no ha sido capaz de mostrar ni un solo ejemplo de producción efectiva, en innumerables proyectos como Gallineros verticales, Fundos Zamoranos, Centrales Azucareros, Ruta de la Empanada y cientos de cooperativas inoperantes, y ante este fracaso ha optado por confiscar empresas, expropiar predios en plena producción, lo que ha generado la escasez de alimentos que vive el país, importando hoy azúcar, leche, maíz, trigo, oleaginosas, carne y café, teniendo todavía el tupé de hablar de la soberanía agroalimentaria.