Para Fromm, el hombre es un ser relacional, no puede vivir solo, la familia, la religión, el trabajo, nacionalidad, la clase social le han servido para relacionarse y comunicarse:
La necesidad de relacionarse con otros seres vivos es imperiosa, y de su satisfacción depende la salud mental del hombre. Esta necesidad está detrás de todos los fenómenos que constituyen la gama de las relaciones humanas íntimas, de todas las pasiones, las cuales pueden sintetizarse en una sola palabra, amor. El amor es la unión con alguien o con algo exterior a uno mismo, a condición de retener la independencia e integridad de sí mismo. Es un sentimiento de coparticipación, de comunión, que permite el pleno despliegue de la actividad interna de uno. (P. 89).
El elemento común a la sumisión y el dominio es la naturaleza simbiótica de la relación; si la pasión de sometimiento o de dominio no se puede satisfacer por algún motivo, esto da como resultado la derrota. La persona dominada por cualquiera de esas pasiones en realidad se hace dependiente de los demás; en vez de desarrollar su propio ser individual, todo dependiendo de aquellos a quienes se somete o a quienes domina.
Para el psicólogo, otro aspecto de la situación humana es su necesidad de trascender. El hombre no puede ser pasivo, es por naturaleza creador, se eleva por encima de la pasividad y la accidentalidad de su existencia hasta la esfera de la iniciativa y la libertad: ”Crear presupone amor a lo que se crea: ¿Cómo resuelve el hombre el problema de trascender a sí mismo, si no es capaz de crear, si no puede amar?. Hay otra manera de satisfacer esa necesidad de trascendencia: si no puedo crear vida puedo destruirla. Destruir la vida también es trascenderla. (…) La destructividad es una potencialidad secundaria, establecida en la existencia misma del hombre, que tiene la misma intensidad y fuerza que puede tener cualquiera otra pasión. Pero no es más que la alternativa de la creatividad. En conclusión la satisfacción de esta necesidad, o más bien, de crear, conduce al camino de la felicidad como así al contrario, la destructividad conduce al sufrimiento, más para nadie que para el destructor mismo. (P.124-125).
Para Fromm, los hombres por naturaleza se encuentran siempre entre la contradicción del deseo de arraigo a lo que tiene y ha constituido y el deseo de cambiar y dejar lo que tiene. Todo intento de retroceder es doloroso y conduce inevitablemente al sufrimiento y cada paso adelante también es doloroso y temible, todas las necesidades esenciales del hombre están determinadas por esa polaridad.
El hombre está rodeado de múltiples fenómenos, los cuales puede comprender estando dotado de dos factores, la razón y la inteligencia. El primero se puede definir como un instrumento utilizado por el hombre para llegar a la verdad, todo esto a través del pensamiento, mientras que el segundo factor, la inteligencia, consiste en la capacidad de poder manipular ese pensamiento a través de ideas. (OB. Cit. P. 60).
Según Fromm, todos los hombres necesitan disponer de “alguna” estructura orientadora; sin importar que sea verdadera o falsa, ya que si el hombre no tiene una estructura orientadora subjetivamente satisfactoria, no puede vivir saludablemente. Pero, sea cual sea el contenido, todas responden a la necesidad que experimenta el hombre de tener no tan sólo un “Sistema de Orientación”, sino también un “Objeto de Devoción” que dé sentido a su existencia y a su situación en el mundo. (P. 61). Continuará…