En Venezuela se dice “se fumó una lumpia” cuando alguno delira fuera de toda realidad. La frase la politizó el hoy Vicepresidente Ejecutivo de la República, profesor Aristóbulo Istúriz, describiendo ciertos desvaríos desde las alturas del poder.
Quizás el profe reconoció el espeso vaho de lumpias que invadió los aires durante la reciente presentación de la Memoria y Cuenta anual ante la Asamblea Nacional; y a lo mejor recordó que Einstein definió la locura como hacer la misma cosa repetidas veces esperando resultados distintos.
En todo caso, Aristóbulo -que inició su vida política en Acción Democrática– se encargará de dialogar con la mayoría opositora sobre la catastrófica situación nacional. Su principal interlocutor será su contemporáneo, el nuevo Presidente de la Asamblea, Henry Ramos Allup, veterano secretario general de AD.
Por suerte, ninguno de los dos será enterrado en urna blanca, ni mucho menos se dedica a comer flores; y quizás -en sus conversaciones con Ramos- Istúriz comprenda que la única manera efectiva de salvar el futuro de un partido populista descabezado y en bancarrota es civilizándolo.
Recordando la historia de su partido de común origen verá que –tras la tempestuosa etapa de 1945-1948 y sus terribles secuelas– AD evolucionó para regresar al poder con auténtico espíritu democrático, despojado de pretensiones hegemónicas y excluyentes, y se abrió la era de mayor libertad y progreso de la historia de Venezuela.
Por su parte, Ramos seguramente sabe que a enemigo que huye, puente de plata. Y como buen chef entenderá que algunas cosas se cocinan mejor a fuego lento.
Luego de ser Alcalde de Caracas en la “execrada” 4a República, Aristóbulo compartió el programa televisado “Blanco y Negro” (entonces apenas se hablaba de afrodescendientes) con Carlos Blanco, ex ministro de Carlos Andrés Pérez, en ameno choque de opiniones, sin insultos ni descalificaciones mutuas.
Esos tiempos de convivencia democrática luego desaparecieron al son de procaces insultos cuarteleros, prodigados contra todo el que discrepase de un primitivo culto a una personalidad autoritaria. Durante muchos años demasiados olvidaron que para ser respetados hay que respetar.
Si ahora los dos experimentados políticos logran restablecer –con resultados- comunicación decente y respetuosa, bajándole el tono a una guerra a muerte que alimentan las franjas lunáticas de cada lado y que la población aborrece, se comenzará a ver una hendija de luz en medio de la fumarada de lumpias que hoy nos ahoga.
Convendría mucho, porque lo que viene es candanga.