Para recordar: “…Por tanto, constitúyenos un rey que nos gobierne, como todas las naciones” (1 Samuel 8:5).
Hace 58 años ocurrió el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Justo el 23 de enero de 1958, cuando se recobró el “hilo” democrático, mientras que en varias oportunidades, de estos últimos años, se ha tambaleado el concepto de este tipo de gobierno (“democrático”).
La gestión política y dictatorial de Pérez Jiménez fue reprochada, rechazada, por su férrea conducta y la de sus mandados. No obstante, tan solo en seis años, hizo numerosas obras civiles, que la democracia en cuestión, casi sexagenaria, no ha podido emular.
El diccionario virtual, llamado “definición.de”, presenta el concepto de teocracia como: “Una palabra derivada de un vocablo compuesto griego que puede traducirse como ‘dominio de Dios’… directa, o a través de algún tipo de representante”. Teocracia es: Cuando Dios dirige.
Por otro lado, el citado diccionario menciona la democracia como: “…una forma de gobierno que se basa en la voluntad popular… que posibilita la participación la población”.
Se puede decir que el mundo antiguo pasa de la teocracia a la democracia para los años 1074 a.C. (fecha tomada dela versión bíblica de Scofield). Era la época cuando vivía el profeta Samuel en esta tierra. Dicho pueblo venía de ser dirigido por Moisés, Josué y otros, dada la comunicación directa o indirecta que Dios tenía con el ser humano, desde la creación.
Por su parte Elena de White en el libro Historia de los Patriarcas y Profetas, capítulo 59, señala: “El Primer Rey de Israel (el Gobierno), debía ser administrado en el nombre y por la autoridad de Dios…” Pero no fue así, porque “el pueblo de Israel adoptó las ‘malas’ costumbres de sus vecinos paganos… unido a la violación de los Mandamientos divinos y gradualmente perdió la reverencia hacia Dios, dejando de apreciar el honor de ser su pueblo escogido”.
Señala la escritura: “Todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Samuel en Rama, y le dijeron: … constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como todas las gentes”. Pese a la reacción de Samuel, Dios le dijo: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te dijeren: porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos… (Véase, 1 Samuel 8:4-7). Allí surgió el primer rey: Saúl, el padre de David, el siguiente rey de Israel.
Tristemente, la historia se repite, y cuando el Hijo de Dios, el Rey del Universo se hizo humano, la gente lo llamaban rey, pero Jesús evadía ese título y en el momento de la crucifixión, su propio pueblo le dijo a Pilato: “No tenemos rey sino a César”.
White, la autora antes citada, señaló: “Al escoger así a un gobernante pagano, la nación judía se retiraba de la teocracia. Rechazaba a Dios como su Rey. De ahí en adelante no tendría libertador. No tendría otro rey sino a César. A esto, habían conducido al pueblo los sacerdotes y maestros”. (Deseado de todas las gentes, cap. 77).
Entonces, cuando los dirigentes y el pueblo rechazamos a Dios, quedamos desprotegidos, en manos del “príncipe de este mundo” (el diablo) (Juan 16:11) y delos “Césares” (los gobernantes). Pero, si buscamos a Dios, de todo corazón, habrá una tácita Teocracia, donde el Todopoderoso puede actuar y ayudarnos en cuestionadas democracias o terribles dictaduras.
Eduardo Iván González González
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