Con recitales y flores, Nicaragua celebró este lunes el 149 aniversario del nacimiento del poeta Rubén Darío (1867-1916), su príncipe de las letras y padre del modernismo literario, cuya obra embarga de orgullo a sus compatriotas.
Diputados del gobierno y la oposición, universitarios, trabajadores y cientos de ciudadanos llegaron a depositar flores frente a la estatua del poeta y a escuchar sus poemas reproducidos por un alto parlante.
«Estamos honrando la memoria, el pensamiento de este gran pensador», afirmó en el acto el diputado Emilio López, del gobernante Frente Sandinista (FSLN, izquierda).El parlamento anunció que imprimirá un folleto sobre la vida y obra del poeta, en la que destacan «Azul», «Cantos de vida y esperanza» y otros poemas.
«Es un poeta que cruzó las fronteras, nosotros somos conocidos en otros países gracias a Rubén Darío», expresó a la AFP Thelma Lozano, una ama de casa de 48 años, en el centro histórico de Managua, donde en 1933 se construyó un monumento en honor al poeta.Darío fue «uno de los poetas más reconocidos dentro y fuera de Nicaragua», agregó su hija María, de 22 años y estudiante de fisioterapia, cerca del monumento, uno de los pocos sitios que sobrevivió al terremoto de 1972 que destruyó la capital nicaragüense.
«Este año entero está dedicado a celebrar la gloria que Dios nos ha dado de tener en nuestro país a un inmortal, a un grande entre los grandes: Rubén Darío», manifestó por su parte la portavoz del gobierno, la primera dama Rosario Murillo.Los homenajes se extendieron a la colonial ciudad noroccidental de León, donde yacen los restos del poeta, y contaron con la presencia del director de la Real Academia Española, Francisco Villanueva, e intelectuales nicaragüenses.El poeta, cuyo verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento, nació en Metapa, ahora conocida como Ciudad Darío, en el norteño departamento de Matagalpa, donde su casa fue convertida en museo.
Darío, quien también fue diplomático y periodista, cultivó su amor por la literatura a temprana edad leyendo a clásicos como el francés Víctor Hugo, y colaboró con numerosas revistas literarias de América Latina y Europa.
L a poesía de Rubén Darío, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.
Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este «pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte» es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el «esprit» de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.