Una intrascendente noche del año 60, junto con un pequeño grupo, me acerqué hasta el patio central del Colegio La Salle. Estábamos invitados a participar en lo que, mutatis mutandi, podría llamarse una caimanera de basquetbol. Se formaron los grupos junto a aquellos lasallistas que excepcionalmente practicaban un deporte de poca resonancia en el Barquisimeto de ese entonces. Por supuesto, uno de ellos era Rafael Marcial Garmendia Montes de Oca. El “equipo” de Rafael perdió, pero lo que quedó grabado en mi memoria fue el empuje impetuoso que ponía en cada jugada que protagonizaba y su inmensa –e inaudita- contrariedad por no haber logrado alcanzar la victoria.
No es culto al detallismo borroso, sino que a horas de conocer el desenlace de ese denodado y fiero combate con la adversidad, solo puedo abstraerme en el recuerdo del amigo resaltando que allá, aquella ignota noche, fui testigo de esa energía integral que prodigó en cada acto de su vida y pude palpar el empuje vital que lo llevó a coronar exitosamente su desempeño en diversos campos.
No hay duda que por varios días los medios se harán eco del pesar que ha invadido el alma larense. En la plenitud de su madurez, el destino ha tomado la mano del amigo y se recordará entonces que fue presidente de la Federación Venezolana de Tennis de Mesa, presidente de la Federación de Coleo, presidente de Fedenaga, presidente de Fedecámaras; todo ello adornado con logros forjados en su tesón y en su talento. Pero aunque tales responsabilidades implicaron una dedicación nacional siempre cabalmente atendida, no muchos recordarán que su corazón estaba fundido con el crepúsculo y que su estentórea vitalidad se nutría con el aire que respiraba cuando dejaba atrás La Piedad y Los Rastrojos, rebasaba La Campiña y comenzaba a presentir el pálpitode sus quehaceres.
Prefiero bajar al dialogo y así, con holgura, descolgar mi homenaje de recuerdos por la ruta que está mas allá de tus méritos ciudadanos y de tus rotundas ejecutorias. Para llegar a tu médula humana, escojo evocar la Plaza Lara y su égida circunferencial de matices entrañables; tomo la alternativa de mirar la lejana imagen de tus padres, Don Marcial y Doña Lourdes, de tu abuela Dolores, de tu tía Chuncha; me recreo en el recuerdo límpidamente bello de tu hermana Celsita; me sumerjo en las leyendas deserenatas de acordeón y piano montado en una pickup (¿eso fue así Carlos Camacho?);te visualizo riendo y perorando en el¡Ah Caramba!, allá en Maripérez,en aquel oasis de larensidad que sembró tu pariente en la capital.
Lo hago así, Rafael Marcial, porque aunque nunca compartimos cotidianidades, siempre sentí en la fuerza de tu saludo y en la franqueza de tu voz, que los encuentros ocasionales eran, sin declaratoria previa, una recíproca eclosión de amor al terruño; era volver a ser testigode ese fluir apasionado que te llevó a ser Quijote con LARA RESPONDE y a compartir emocionalmente la savia que trasmitiste a la maravillosa confluencia de vibraciones y talentos que es hoy el GRUPO ARMONÍA.
Paradojicamente, los adioses de dolor te acompañaran en la misma ruta que tomabas cada día para regar con sudor la fuerza de tu empeño, pero estoy seguro que sigilosamente te has de escapar y presuroso alargarás un poco mas el camino para arribar cuanto antes a la tierra de tierna humedad, esa donde has de construir una de las chozas de la Transfiguración. Ha estado escrito así en un arcano que acompañó todo tu ciclo existencial, ya que desde el momento mismo de nacer, DIOS bendijo la decisión de fijar en Bucarito tu morada para la eternidad.