Cuando se habla de impresión 3D y exponemos sus puntos fuertes, pensamos obviamente en el proceso final. Con un esquema que importamos damos la orden a la impresora de que haga sobre un molde un objeto con una serie de características, hasta que la impresión acaba (generalmente tras un proceso largo) y ya podemos celebrar que hemos conseguido la forma pretendida.
Pero cuando el proceso depende de haber escaneado un objeto, el precio del proceso sube mucho, debido al alto coste de un escáner 3D. Sin embargo, mediante un algoritmo han conseguido que los smartphones y cámaras convencionales puedan ser escáneres 3D.
Otro gran problema además del coste es la nitidez. La mayoría de escáneres no sirven para tomas donde el detalle es esencial, mientras que la cámara de un smartphone sí aporta hoy en día una nitidez suficiente para la mayoría de procesos de captura. Los escáneres 3D funcionan mediante proyección de luz en objetos, a la vez que una cámara sincronizada va tomando fotos. Esa sincronización es la parte cara del hardware. Con el algoritmo deja de ser necesaria la sincronización, y sólo es obligatorio que la cámara pueda hacer ráfagas a varios fps.
Después de la captura, el algoritmo calibra la información necesaria analizando la información de los patrones de luz proyectados, y más tarde se elabora una nueva secuencia de imágenes que captura el patrón correctamente. Una vez el patrón está completo, el algoritmo se usa para construit una imagen 3D del objeto.
Los investigadores han mostrado que el proceso funciona satisfactoriamente, y aunque usaron un proyector de luz estructurada especializado en este proceso, han afirmado que en el futuro se podría desarrollar uno que se añadiera a cualquier cámara, como ocurre ahora, por ejemplo, con los flashes en las cámaras réflex.
