En uno de sus artículos, desde el exilio, Arturo Uslar Pietri sostenía lo siguiente: “Quien no está de un todo conmigo es mi enemigo, y al enemigo con el palo, parece ser la feroz concepción de la política. Es el retoñar de un viejo mal de nuestra vida pública”. El escritor iniciaba así un interesante análisis sobre la intolerancia como variable perturbadora en la vida pública venezolana en el pasado. Y lamentablemente en el presente, agrega uno.
Y dice más Uslar Pietri: “Mal inveterado de nuestra vida política y de tremendas consecuencias ha sido ese de no querer ver en los que nos rodean sino amigos y enemigos; amigos a quienes favorecer y enemigos a quienes perseguir; amigos que son los buenos y enemigos que son los malos. Pareciera que la primera preocupación ha sido la de buscar un adversario, buscar cabezas en las que descargar nuestra pasión y cavar anchos fosos de incomunicación para separarnos de todo contacto con los que no están adheridos sin reserva a nuestro credo”. Los últimos 17 años venezolanos también pueden dar cuenta de ello.
Dada su condición universalista Uslar observó: “Ese espíritu de sexta, ese tono de facción le ha dado a nuestra vida política un carácter negativo y ha sido uno de los más activos agentes de la inestabilidad de nuestras instituciones”. Sostuvo que la intolerancia engendra más exclusión y por eso manifestó que “esa concepción de la política como la batalla perpetua de una facción fanática contra facciones enemigas, es contraria a los intereses del país, como lo han demostrado sus trágicos fracasos”. También hoy ese error refleja resultados nefastos.
Luego de los resultados del 6D, la MUD ha lanzado una propuesta de diálogo fructífero entre los actores de nuestra sociedad, para conquistar la Venezuela posible, en la cual quepamos todos sin exclusiones de ninguna naturaleza, sin perseguidos ni perseguidores. Y es que si la experiencia ha de tener alguna vez valor en Venezuela, debería comenzar a manifestarse por la adopción de otro estilo y de otro tono para el debate político. Porque si vamos a hacer un país estable y una república vivible hay que empezar por sumar las coincidencias y no por acentuar las divergencias. Ese es el reto para garantizar la paz y la tolerancia a partir de este año que acaba de nacer.
Recomendaba Uslar que había que pensar la acción política a favor de algo que estuviese concebido con tanta y suficiente amplitud como para abarcar todos los intereses fundamentales del país. Por tal motivo concluyó: “En lugar de buscar temas de lucha, habría que plantearse temas de cooperación. En lugar de dividir la casa, unirla y engrandecerla”. Es la misión que se propone la MUD con su propuesta de cambio, derrotando, por supuesto, la intolerancia.
La terrible crisis que hoy arropa a Venezuela es una clara demostración de que ejercer la política con intolerancia nunca produce beneficios para nadie. Para la gran mayoría de venezolanos ya no es posible vivir como vivimos. Se experimenta en todos los ambientes la necesidad de un cambio de rumbo, desde el cual quede atrás la intolerancia como práctica política de rasgos excluyentes y se abran caminos y puertas hacia la inclusión y el entendimiento. A partir del 6D esto se transforma en urgencia y es posible. Debemos recordar que ningún país ni ninguna sociedad puede avanzar ni progresar mientras desconozca e irrespete a quien piense, hable y actúe distinto y por ello sea apartado y perseguido. Y menos por ejecutar el voto universal, directo y secreto conforme a su conciencia. 2016 puede ser un año de paz si derrotamos la intolerancia…Que así sea. ¡Feliz esperanzador Año Nuevo!
