DICTAMEN
La campaña de Henrique Capriles ha sido impecable desde todo punto de vista. Al principio construyó una imagen despartidizada con un mensaje incluyente que sin duda logró captar la atención de la base chavista y por supuesto de los no alineados. Ahora, ha comenzado a difundir sus planes de gobierno y propuestas dirigidas a cada uno de los sectores. Todo esto en medio de una agenda de activismo sin precedentes en la historia política del país, en la que el candidato ha logrado recorrer varias veces todos los rincones, contactando cara a cara a la población electoral. No para, y cada vez más define mejor ese futuro de progreso en el que consiste su promesa básica.
Por su parte, el presidente saliente sigue ausente, no solo de la campaña electoral, sino también de la jefatura del gobierno. Su agenda es el secreto mejor guardado y ni siquiera su jefe de campaña puede anunciar su próxima aparición. En las regiones lo siguen esperando sin saber cuando les tocará el ticket premiado con una visita en carroza. A las lamentables tragedias ocurridas recientemente llega tarde o no llega nunca, y se queda solo para las tomas que luego se convierten en propaganda. Sólo le queda hacer cadenas, violando así las más elementales normas de equidad electoral. Esa es la única manera que tiene de hacerse sentir, detrás de un escritorio o un podio, fuera del alcance del pueblo que dice representar.
No es de extrañar entonces que las encuestas ya comiencen a evidenciar el estancamiento del repitiente y el avance de Capriles, hasta el punto que ya dan ganador a este último. Por eso dejaron de hablar de encuestas, y prefieren ahora dedicarse a la campaña sucia de la mano de ex chavistas que ahora ven la oportunidad de convertirse en candidatos a gobernador del PSUV a cambio de tratar de armar un escándalo capaz de detener el avance arrollador de la Unidad. Este es el caso de David De Lima, quien siguiendo los pasos de Didalco Bolívar, pretende volver al poder intercambiando favores con su ex amo. Nada nuevo, más allá de lo patético que es ver a Chávez buscando oxigeno en el desecho de su revolución.
El simulacro les sirvió de advertencia, ya que a pesar de haber movilizado a toda su estructura y maquinaria, no logaron las metas propuestas. Desplegaron todo su aparato propagandístico y utilizaron todos los recursos del Estado, y aún así perdieron en el ensayo, a pesar de que Capriles no le dio importancia a dicho evento y prefirió seguir haciendo campaña. El Comando Venezuela sólo probó el padrón electoral para medir la efectividad de sus testigos, y aún así logró una presencia espontánea superior a la movilización roja. En cualquier caso, el dato más objetivo que podemos sacar de esa jornada es que no votaron ni dos millones de personas, o sea, la mitad de la votación de las primarias de la unidad. Eso tiene por el piso al presidente saliente, quien había ordenado una movilización absoluta de sus patrullas para ese simulacro. Perdieron la calle y perdieron también los votos.
De esta forma entramos a la recta final de la campaña. El candidato sabrá rematar de la mejor manera para cerrar con broche de oro su épica. A nosotros nos toca afinar el trabajo en lo que respecta a la organización, para estar preparados el 7 de octubre y consolidar la victoria de la democracia y el progreso. Que nadie se quede sin votar, el voto es secreto y no hay fraude electrónico posible. La victoria se defiende en las mesas y desde ya podemos decir que tenemos cubierto todos los centros. No nos dejaremos intimidar, sabemos que en las Fuerzas Armadas hay sectores institucionales que acataran la decisión del pueblo. Chávez se irá como llegó, por los votos del pueblo.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.