Como a veces me gusta incursionar en la cocina, lejos tan siquiera sin pretender ser un chef, me atrevo a hacer mención a una forma de elaborar algunos de nuestros platos de una sana y mejor manera.
En relación a los guisos, es conveniente que los ingredientes se procesen a fuego lento, manteniendo una temperatura estable, así aprovechamos sus líquidos y grasas naturales; es decir, hay que dejar que se cocinen en su propio caldo. De esta forma logramos una absorción más efectiva de los nutrientes y se conservan elementos importantes como las vitaminas.
Esta técnica de cocción para exprimirle a los alimentos todo su sabor y componentes, paradójicamente también la utilizan algunos políticos; pero a veces les puede ocurrir que el usufructo del poder los puede intoxicar como a los comensales neófitos que sin tomar las precauciones respectivas devoran desaforados comidas exóticas como el pez globo, escorpiones vivos, sangre de serpiente.
Hace dieciséis años los cocineros del gobierno chavista nos empezaron a incorporar como un elementos más de en un consomé al que llamaron socialismo del siglo XXI. La receta de este caldo no es originaria de nuestra gastronomía. Lentamente a los venezolanos para ablandarnos se nos fue chequeando nuestra capacidad de aguante al calor del día a día, adicionándosele al cocido ingredientes como expropiaciones, cierre de empresas, encarcelamiento de opositores al régimen, multimillonarias donaciones.
De igual forma se condimentó la cocción con escasez de alimentos, medicamentos, inacción en la investigación en los casos de corrupción, toneladas de comida perdida de Pudreval, maletas cargadas de dólares y hasta una reciente conexión de familiares de los administradores de la cocina con sustancias aromáticas que estimulan los sentidos, como si fuese romero, jengibre, azafrán, curri, amén de las recientes interminables colas y el bachaqueo que nada tienen que ver con el Katara del Amazonas.
No hay que olvidar que a este caldo que pasó a ser sambumbia; pero para los enchufados también se le adicionó con anterioridad un toque de locura, como dirían algunos, el cual consistió en la modificación de los circuitos electorales donde ellos eran fuertes. Esta estratagema en esta oportunidad no les funcionó y se les devolvió como bumerang.
Ante la tardanza del ofrecido plato gourmet de una mejor vida a partir de la receta socialista, y observando el pueblo el atragantamiento en los bacanales del oficialismo, no valieron los entremeses preelectorales a base de dádivas, aumento de salario mínimo, bonos extras, canaimitas, taxis y viviendas porque el venezolano no se tragó el anzuelo, simple y llanamente les volteó la tortilla.
Resulta que quien en definitiva se coció en su propio jugo fue el mismo gobierno. Les pasó como a Chacumbele. Pero más patético aún, en los eslóganes electorales se decía: “Somos los de Chávez”, “Chávez somos todos”, “Tú también eres Chávez”. Ante ello cabe la pregunta: A fin de cuentas ¿quién perdió, Chávez o Maduro? Y ahora, ¿quiénes son los escuálidos?