En lugar de sumar Maduro pareció restar votos al oficialismo

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Nicolás Maduro no pudo resistir a la tentación de emular a su mentor político al involucrarse en la reciente contienda electoral e intentar convertirse en el portaaviones electoral que para sus aliados fue el fallecido Hugo Chávez desde que asumió el poder en 1999.

Pero en lugar de ser una plataforma de despeje que ayudase a los candidatos oficialistas a alcanzar altas votaciones, terminó por dejar en evidencia que su liderazgo hizo agua en momentos en que el país atraviesa por una grave crisis económica y social.

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Para muchos, Maduro es el gran derrotado de los comicios legislativos del pasado seis de diciembre.

A diferencia de pasadas campañas electorales, cuando se podía ver por doquier afiches y vallas de los candidatos del Partido Socialista con la imagen del presidente Chávez, que levantaba sus manos, la imagen de Maduro en estos últimos meses de campaña brilló por su ausencia.

Pero en uno de sus escenarios favoritos, la televisión, el mandatario copó la escena electoral y promovió sus candidatos en actos públicos en distintas regiones del país, donde incansablemente se le veía entregando computadoras portátiles y tabletas a estudiantes, automóviles a taxistas, electrodomésticos y viviendas a los pobres, siempre en compañía de los aspirantes oficialistas.

“El PSUV lo intentó, si tú ves que no hay ni una sola valla con el candidato y Maduro; pero el presidente no aguantó la tentación de defenderse y estuvo en campaña tratando de ayudar a sus grupos», dijo a la AP Luis Vicente León, directivo de la encuestadora local Datanálisis.

El efecto fue contraproducente. Parece que Maduro no hizo otra cosa que recordarle a los que lo “querían castigar, que él estaba allí involucrado en esa elección y en vez de un portaaviones se convirtió en un submarino que empujaba para abajo», comentó León.

Muestra palpable es la larga lista de candidatos muy cercanos a Maduro, entre los que destacaban varios de sus ex ministros, cantantes, deportistas, presentadores de televisión estatal e incluso familiares de Chávez, que se contaban entre los que más frecuentemente estaban presentes en actos públicos del gobernante, que fueron derrotados.

Argenis Chávez, hermano menor del caudillo, quien competía por el estado de Barinas, natal del fallecido presidente, perdió la elección.

Tampoco fueron elegidos Antonio «El Potro» Álvarez, cantante de reggaetón y ex jugador de béisbol, y que recientemente dejó el cargo de Ministro de Juventud y Deporte así como los ex titulares de los ministerios de Comunicación e Información, Jacqueline Faría y Ernesto Villegas.

Muchos venezolanos, incluso fieles seguidores de Chávez, le han recriminado su falta de liderazgo para encarar la profunda crisis económica del país que se espera que se agrave el próximo año, en parte por la tardanza de su gobierno en adoptar medidas de fondo para corregir las distorsiones de la economía. El propio Maduro admitió el jueves que además de los supuestos planes estabilizadores de sus adversarios, su administración cometió errores como «la burocracia, la corrupción que envolvió las políticas revolucionarias».

“Doloroso y alarmante ver una presidencia que no transmite liderazgo, y que parece querer afirmarlo en la repetición, sin la debida coherencia, de los planteamientos como los formulaba Chávez», dijo el ex ministro de Planificación Jorge Giordani, quien fue el jefe del equipo económico y estrecho colaborador del ex mandatario fallecido.

Maduro, quien se identifica como “hijo político» de Chávez, ha intentado forjar su propio liderazgo echando mano de la memoria del popular líder socialista, incluso imitando su estilo combativo y sus salidas chistosas y oportunas. Pero la fórmula no ha funcionado y el peso de las crisis ha golpeado su liderazgo y popularidad que está en el 32%, cerca de la mitad del respaldo que tenía en abril de 2013 cuando asumió el cargo.

Las elecciones lucían complicadas para el oficialismo por la aguda crisis económica signada por un desabastecimiento de alimentos, medicinas y otros bienes básicos, una inflación galopante que espera cerrar el año en una cifra de tres dígitos, y una desbordada delincuencia.

El actual mandatario insiste en afirmar que el triunfo de sus adversarios es una «victoria de la contrarrevolución» y de la “guerra económica», que según él promueven los empresarios políticos opositores para derrocarlo y no ha dudado en avalar medidas como la anunciada decisión de sus aliados de despojar a la próxima Asamblea Nacional de su señal de radio y televisión invocando la defensa de sus trabajadores que son vistos como simpatizantes del gobierno.

Para crédito de Maduro, el declive oficialista tuvo sus excepciones: el ex canciller y Vicepresidente Ejecutivo Elías Jaua, quien en mayo dejó el cargo de ministro de Comunas y Movimientos Sociales, fue elegido diputado por estado central de Miranda, una región donde reforzó su liderazgo luego que Maduro lo nombró «Protector de Miranda», cargo creado después que el ex candidato presidencial opositor Henrique Capriles ganara la reelección como gobernador.

También destaca la elección del general retirado Hugo Carvajal, exjefe de inteligencia militar y ex diplomático, que el año pasado fue detenido temporalmente en la isla caribeña de Aruba a pedido del gobierno estadounidense, que lo acusa de entregar armas a los rebeldes de las FARC y ayudarlos a traficar cocaína. Carvajal era el candidato oficialista del estado oriental de Monagas y se convirtió en uno de los héroes de la revolución en la lucha contra “el imperialismo estadounidense».

En contraste a los numerosos candidatos nominales quedaron en el camino, otros candidatos cercanos al mandatario y diputados que buscaban la reelección se beneficiaron del hecho que en las elecciones legislativas venezolanas se aplica un sistema electoral paralelo de listas. Este sistema le otorga un escaño en la Asamblea Nacional al que encabece la lista que sea la segunda lista más votada en una región. Muchos candidatos oficialistas prominentes figuraban primeros en listas en regiones rurales, que se cuentan entre los principales bastiones del chavismo.

Uno de ellos fue la Primera Dama venezolana, Cilia Flores, quien encabezó la lista de candidatos por planchas del oficialismo en el estado rural de Cojedes. Flores, que es expresidente de la Asamblea Nacional y ex procuradora general, fue electa en una plancha que sumó 87.585 votos (52,50%), mientras la lista opositora totalizó 77.395 votos (46,39%).

Con la totalidad de los votos escrutados, el gobernante Partido Socialista apenas logró adjudicarse 55 de 167 escaños. Aunque la existencia del chavismo como fuerza política no parece estar amenazada, por primera vez en 17 años quedó impedido de realizar modificaciones sustanciales a leyes fundamentales, seguir acumulando poder y nombrar miembros de otros poderes como Chávez lo hizo casi a su antojo. Ahora, los adversarios sumaron 112 bancas.

“Es absolutamente falso que el chavismo se destruyó. Como puede estar si sacó más de 40% de los votos y que además perdió otros (votos) porque lo estaban castigando. El chavismo sigue allí vivo», indicó León. Pero “para Maduro no será fácil recuperar los votos perdidos».

Ya se escuchan voces dentro de los seguidores del oficialismo que reclaman un cambio en la cúpula del Partido y, a diferencia de un año atrás, ahora cuesta más trabajo a los jerarcas del gobierno convencer a sus simpatizantes que la culpa de la crisis le es ajena al gobernante.

Aunque Maduro pareciera tener en frente el reto de reinventarse, al menos en su discurso postelectoral pareciera que no está dispuesto a bajar el alto nivel de confrontación y promover el diálogo, que no se ajusta a su estilo.

“Nicolás Maduro no entendió lo que pasó, se niega a aceptar que una mayoría de los venezolanos voto por un cambio y quiere que el gobierno se dedique a resolver sus problemas», dijo el líder opositor  Henrique Capriles.

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