Remembranzas y soliloquios
A veces nos asombramos de lo extendido que apreciamos al chavismo en los distintos sectores sociales. Nos preguntamos con un asomo de incredulidad cómo es posible que “doctrina” tan simple y ramplona, tan segunda división, por decirlo de alguna manera, haya calado tan hondo en algunas mentes y nos extraña la dificultad con que las ideas democráticas se abren paso en muchos de nuestros conciudadanos.
Creo que todo obedece a una cuestión de enfoque, a una forma de trabajar, a un punto de vista distinto
Frente a la profesionalidad laboriosa con que se entregan los chavistas para plantar, abonar, regar, captar nuevos elementos, hacer crecer su influencia, está mucha veces la dejadez de los demócratas, menos suyo, de la conciencia, quizás pensando que la superioridad de los valores democráticos es suficiente por si sola, con su mero enunciado, para imponerse y ganar unos individuos que jalean el conflicto, la discriminación, la condena al disidente, que pregona que hay que “socializar” la pobreza, el desamparo, que creen que hay que estigmatizar a los que no piensan como ellos.
No solo hubo una planificación de la siembra de influencias por partede del chavismo, sino que desde el primer minuto sus dirigentes se dedicaron a tejer una red, a extender unos tentáculos de poder, convencidos de que el país era suyo, imbuidos de que el socialismo era una doctrina no distinta sino superior a las demás con un nivel arraigado y de defensa de la “soberanía” (o defensa de la cartera) que la hacia presentarse por encima del resto en la precepción subjetiva de los votantes. Así el chavismo se volcó por igual en obtener el control de los cargos políticos, sindicatos gremios, etc. Un trabajador tenas y militante que permitió que aparecieran de hecho mucho mas importante de lo que en realidad eran y, lo que es peor, consiguen que los demócratas los vieran agigantados respecto a su real fuerza electoral.
Frente a esta planificación, los defensores de la democracia han sido un poco activos, a veces pavorosamente pasivos, apocados, dispersos, sin cohesión, actuando cada uno a su aire, sin creerse de verdad que defender la democracia exige no solo una argumentación superior desde el punto de vista ético y moral, que ya está dada, sino que también obliga a remangarse, a mojarse y pelear.
Solo en estos últimos años se ha producido una reacción de autoestima democrática, de lucha por la dignidad que ha llevado a mucho, esperemos que suficientes, a sacar la cabeza, a mostrar con orgullo sus convicciones, a salir a la calle, a debatir con los adversidades políticos, a manifestar en la vida diaria esa superioridad de la democracia frente al totalitarismo.
Así vemos los esfuerzos que el oficialismo hace por recuperarse, con una mano en la cartera y la otra tratando de contener el pánico que les provoca el poder económico y el poder político.
Por fin parece que los demócratas despiertan. Por fin vemos sectores antes ausenteslevantar la vista y dar la cara. Por fin vamos convenciéndonos de que es posible un cambio. Por fin.