Todas las organizaciones, cada tanto tiempo, revisan cómo van las cosas y discuten acciones para el buen desempeño futuro de la organización. Esta práctica incluye a los partidos políticos si quieren interpretar correctamente la realidad donde se mueven y seguir vigentes en sus planes políticos.
Las autocríticas han sido importantes en las historias de los partidos de todo el mundo. Una de las más famosas fue la del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética,en 1956, donde, entre otras cosas, se denunciaron los crímenes de Stalin, obviamente una vez que este murió pues era peligrosísimo hacerlo estando en vida.
Para los partidos y partidarios del gobierno venezolano, urge una profunda autocrítica pues ellos son los responsables principales de todo lo que nos ha llevado a esto y que, al parecer, siguen extraviados en su propio laberinto,incapaces de entendero aceptar que el fracaso y hundimiento del régimen de Maduro arrastrará también al PSUV y que ambos estarán por muchos años ligados al recuerdo de este desastre.
Es común que estos ejercicios sean traumáticos y suelen darse luego de algún descalabro político. En Venezuela, las discusiones realizadas en los años sesenta condujeron primero a las fracturas de AD y luego a las del PCV, generándose otras pequeñas organizaciones, como el MIR, el Mas, Bandera Roja, Causa R, etc. cada vez más subdivididas, algunas por diferencias ideológicas y otras por razones de personalismos hasta que Chávez reagrupó el chiripero tras su persona y su partido y hubo un repunte importante en el número de militantes.
Es evidente que el PSUV y el madurismo se dirigen hacia una derrota histórica que solo la sordera, la ceguera y la prepotencia de su dirigencia podrá negarla cara al público, pero no podrá negarla ante sus militantes. Habrán reclamos, revisiones doctrinarias, se acentuaran las tendencias internas. Habrán expulsiones, fracturas y nuevos partidos.
Algunos, llegarán a la conclusión que las teorías leninistas carecen de viabilidad histórica y que si no quieren desaparecer deben convertirse en un partido socialdemócrata, aceptando que solo una equilibrada –y ciertamente difícil- combinación de capitalismo económico con seguridad social puede salvar al país. Deben mirarse en el espejo de Cuba y preguntarse sinceramente si desean un país así. Deben mirar también a exitosos países socialdemócratas como los del norte de Europa y a varios de américa latina, y reconocer que son posibles otras formas de socialismo, donde se combinen libertad con solidaridad. Deben entender que no es exacerbando la lucha de clases que van a sumar voluntades para la enorme tarea de reconstruir el país. Y no faltará quien diga que con menos ideología y más sensatez, habrían logrado resultados mucho mejores.