Buena Nueva  – Parusía

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“Parusía” es una palabra que intriga -cuando no se conoce su significado- y que tal vez asusta cuando sí se conoce.

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Es que, en su sentido estricto, Parusía significa la segunda venida de Cristo. Y eso asusta. Pero en su sentido más amplio se refiere a la plenitud de la salvación de la humanidad, salvación efectuada ya por Cristo, pero que será culminada precisamente con su segunda venida en gloria, cuando venga a establecer su reinado definitivo, cuando “sus enemigos sean puestos bajo sus pies” (Hb. 10, 11-14.18).

Si va a ser nuestra salvación definitiva, no habría por qué temer. Será, además, el momento más espectacular y más importante de la historia de la humanidad: ¡Cristo viniendo en la plenitud de su gloria! Si hace dos mil años Cristo vino como un ser humano cualquiera, en su segunda venida lo veremos con todo el esplendor de su divinidad.

Será el momento de nuestra definitiva liberación: nuestros cuerpos se reunirán con nuestras almas… que en eso consiste la resurrección. Es cierto que algunos “de los que duermen en el polvo despertarán para el eterno castigo” (Dn. 12, 1-3).Pero ese castigo será para los que le han dado la espalda a Dios.

Porque los justos, los que hayan buscado cumplir la voluntad de Dios en esta vida, los que por esa razón “están escritos en el libro… despertarán para la vida eterna … brillarán como el esplendor del firmamento… y resplandecerán como estrellas por toda la eternidad” (Dn. 12, 1-3).

Es cierto, también, que ese momento será precedido por “un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo”.

Sin embargo, las pruebas y sufrimientos de esa tribulación serán la última expiación para los que -aun andando en la Voluntad de Dios- requieran ser purificados. Será también la última llamada a conversión para los que se encuentren en estado de pecado y decidan –aunque sea al final- volver a Dios… Porque “Nada manchado entrará en (la Jerusalén Celestial), ni los que cometen maldad y mentira” (Ap 21, 27).

Nada que no esté totalmente purificado podrá entrar al Cielo y serán “bienaventurados los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios” (Mt. 5, 8). Por eso es que debemos ver esa etapa de sufrimientos como fruto de la infinita misericordia de Dios, que quiere que todos sus hijos sean salvados y disfruten eternamente con El la gloria del Cielo que nos ha preparado desde toda la eternidad.

De allí que las tribulaciones de ayer, de hoy y del futuro, tribulaciones personales o grupales, tribulaciones de ciudades, de países, del mundo, deban ser vistos como preparación de todos los seres humanos a esa venida final de Cristo en gloria.

Será un momento en que “el universo entero se conmoverá”, pues veremos “al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y El enviará a sus Ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo” (Mc. 13, 24-32).

Seremos resucitados y reunidos todos: unos resucitarán para una vida de felicidad eterna en el Cielo y otros para una vida de condenación eterna en el Infierno. En ese momento grandioso, inimaginable, esplendoroso, tal vez el momento más espectacular y más importante de toda la historia humana, habrá “cielos nuevos y tierra nueva” para los salvados. Será el Reinado definitivo de Cristo (cfr. Ap. 21 y 1 Pe. 3, 10-13).

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