Cuesta entender que en plena campaña electoral se colee el tema sobre un diálogo imaginario e inexistente. El diálogo es un ejercicio democrático y sin duda una necesidad en este país arruinado, pero tiene un requisito indispensable: La voluntad de las dos partes. Además, las campañas electorales son para contrastar visiones y convencer a la gente para que vote en contra o en favor de algo. Son para debatir y polarizar, no para esconderse detrás de un deseo unilateral de diálogo mientras el adversario te amenaza con un “como sea”. Un político sin vocación de poder, una oposición que no se opone, una alternativa que no se diferencie, es contradictorio y hasta aburrido. Basta salir a la calle para entender que el 80% del pueblo rechaza a Maduro y quiere un cambio urgente. ¿Vamos a pedir el voto de la gente diciendo que nuestra propuesta es dialogar con el Gobierno? Para eso votan por el PSUV de una vez. La MUD tiene que polarizar con Maduro en términos de democracia y dictadura, de crisis y bienestar, de cambio y continuismo. No se nos olvide la suerte que corrió la “tercera vía” en las elecciones parlamentarias pasadas.
Pero más allá de la estrategia de la campaña electoral, el tema es interesante también en su fondo. Un error recurrente de las fórmulas centristas de la política es confundir equilibrio con ambigüedad. El centro debe tener personalidad definida para poder polarizar con todos los extremos por igual. El centro, que es la democracia, debe ser lo opuesto de los extremos que son tiránicos y hegemónicos. No se trata entonces de ser un promedio, un matiz o una versión light, sino de ser un polo en sí mismo equidistantede los extremos ideológicos. Ante el madurismo que quebró al país y tiene sometido al pueblo a su peor pesadilla, no puede haber acomodo posible. Toca hacer oposición y procurar un cambio de Gobierno por la vía electoral. No confundamos transición con transacción.
Lo que viene es una victoria aplastante del pueblo contra sus opresores. El liderazgo político alternativo debe estar a la altura de las circunstancias y canalizar las expectativas de cambio que se harán ya evidentes el 6 de diciembre. Aceptemos el reto de conseguir una mayoría incluso calificada en el parlamento.No nos distraigamos con diálogos inexistentes mientras el pueblo sufre el rigor de la peor crisis de nuestra historia. El cambio es irreversible gracias al merecido voto castigo. No es hora de inventar el agua tibia. Es hora de liderar el cambio. Ganemos, cobremos y cambiemos. Todos con la MUD.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.