En uno de los episodios más notorios de la historia de la vergüenza mundial fue protagonizado por el general Millán Astray, golpista y veterano de guerra, miembro de la Falange que sembró de muerte buena parta del territorio español. Mientras en la Universidad de Salamanca se discutían los terribles sucesos de la Guerra Civil, el recinto universitario fue irrumpido por un grupo de militares al mando de Millán Astray. El rector era Don Miguel de Unamuno, quien los enfrentó con valor y sobre todo, dignidad:
“Estáis en el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
Millán Astray, como respuesta, gritó: “¡Que muera la inteligencia, viva la muerte!”.
Uno puede pensar que tal aberración sucedió una sola vez en la historia. Pero no. Lo que demuestra que el hombre es el único animal que en efecto, tropieza dos veces con las misma piedra.
En Venezuela, el gobierno le tiene el ojo puesto a las universidades desde el principio del primer gobierno de Hugo Chávez. Le molesta la autonomía universitaria, el pensamiento plural, las exigencias para el ingreso y para la permanencia. Le molesta que en ellas se forman ciudadanos analíticos y críticos, nuevos líderes para las nuevas generaciones.
La negativa de la mayoría en la Asamblea a otorgar el presupuesto exigido por la universidades autónomas no es más que un paso adelante en el proceso de desmantelamiento de las universidades. Mientras, las universidades denominadas “bolivarianas” tienen presupuestos astronómicos donde no existe la rendición de cuentas, ni baremos que midan las capacidades de los docentes, mucho menos de los estudiantes.
La Universidad Central de Venezuela es la Casa que vence las sombras. Los universitarios de este país que creemos en la autonomía y el pensamiento plural estamos en pie de lucha para que esas sombras que se ciernen hoy sobre la Casa se disipen cuando la luz de la libertad vuelva a iluminar el recinto universitario. Ni vencerán ni convencerán. ¡Que viva la inteligencia!