El poeta de Matatere

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Ningún mapa muestra la importancia de Matatere, simplemente lo ubican como un pequeño poblado en las cercanías de Bobare y un punto aislado dentro de la inmensa geografía árida de las estribaciones de la Serranía de Baragua.

Camino a tranco corto son varias horas de sol, piñas, chivos, sed y soledad con el cielo tejiendo figuras de alabastro entre brillantes hendijas, camino a paso rápido es menos tiempo pero con lagartijas en huida y el viento asomado detrás de los cardones.

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A Matatere nunca se llega porque siempre está lejos y su corazón se mantiene en silencio para quienes lo visitan sin tener la llave de sus incógnitas indígenas. Matatere fue y es el centro de un conjunto tribal aun no descubierto ni por antropólogos ni historiadores, es el portal de entrada para un mundo prehispánico de una riqueza material y cultural extraordinaria.

De este reino escondido donde viven como en Comala seres sin data de nacimiento y muerte, muy pocas veces el mensajero de los arcanos cruza la barrera hacia la ignorancia que nos contiene, por ello el hecho extraordinario de la aparición de un iluminado que nos trajo las voces antiguas que perviven en las entrañas ancestrales del reino aborigen cuya capital es Matatere.

Había que darle un nombre a este emisario de nuestras profundidades ónticas y lo bautizaron Ramón Querales, a quien se le agregó la dignidad de Poeta para lograr aproximación con las revelaciones de su lenguaje, algunas veces en clave de refinada estética y otras en río descriptivo como una pintura hiperrealista.

El poeta Ramón Querales, un príncipe ayaman camuflado bajo ese nombre para ocultar su inmortalidad, fue un sabio que supo de las estrategias del aprendizaje humano por boca de maestros jibandas en los bosques de Parupâno. Por ello cuando quiso saber de Caracas se colocó en la Puerta de Las Tres Gracias de la UCV para observar en las caras de jóvenes estudiantes el alma de la Venezuela atada a la esperanza. Como no podía estar allí horas y horas sin llamar la atención se inventó la atalaya de vender caramelos y encarnado en la modestia de este trabajo que lo hacía invisible para la prepotencia y arrogancia de muchos, logró captar amigos y discípulos para traspasarles algunos secretos de la cultura milenaria de sus antepasados de la tribu tocoy.

Cuando se instala en Barquisimeto y le fue imposible ocultarse en el anonimato de la humildad extrema, se convirtió en cronista oficial de la ciudad para hacer registro detallado de episodios históricos en los cuales están contenidos enigmas nacionales, regionales y locales que solamente pueden descifrarse con lecturas repetidas y con entrecruzamiento de líneas y párrafos, como si se tratara de reescribir un cuento de Jorge Luis Borges.

Movido por la necesidad de ampliar la divulgación de este legado antiguo que le fue confiado, publica muchos de sus textos en EL IMPULSO, periódico en el cual se mantuvo como un articulista estrella hasta su regreso a la inmortalidad ayaman que reside en los palacios de viento que rodean a Matatere.
poeta, su luz quedará por siempre en el recuerdo de su magnánima sonrisa, saludos de mi parte al pana Juan José Salazar.

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