Recuerdo los programas matutinos de oposición en Globovisión hace más de diez años, cuando sin ambages y por la calle del medio los periodistas y sus invitados llamaban a desconocer la institucionalidad de la Presidencia de la República y convocaban a paros y manifestaciones con un lenguaje duro y cargado de furia política. De pronto el moderador hacia el cotidiano anuncio publicitario de sus patrocinantes, entre los cuales estaba un lujoso restaurante de Caracas, sacaba el menú y leía la lista de platos disponibles para ese día, todos manjares totalmente inaccesibles para el presupuesto del 95 por ciento de los venezolanos. Allí el mensaje era clarísimo, quienes hacían llamados a la lucha de calle era un sector poblacional de altos recursos financieros.
Indudablemente eso nunca lo entendieron quienes para ese momento gerenciaban a la oposición, grupos económicos a cuya cabeza se encontraban empresarios de los mass media especialmente de la televisión. Por eso Chávez crecía y crecía mientras más nutridas eran las marchas caraqueñas por las avenidas del este caraqueño.
Cuando los partidos retoman el control de la política y se agrupan según estrategias conectadas con el sentimiento de las barriadas de las grandes ciudades y la población rural, el panorama cambió sustancialmente porque se derrumbó el muro imaginario según el cual los dirigentes de oposición podían aparecer cuanto quisieran por televisión pero no podían caminar por los sectores populares. De esta forma la oposición recupera espacios y gradualmente obtiene victorias electorales en varios estados y municipios.
Todo este esquema opositor se perfecciona con la creación de la Mesa de la Unidad Democrática, la cual permite establecer un contrabalance real entre los inmensos recursos del oficialismo y las posibilidades de partidos y grupos opositores quienes dispersos no tendrían la más mínima oportunidad de éxito. No poco han sacrificado los integrantes de la MUD pero a cambio han obtenido la opción de convertirse en una alternativa de poder real. Han tenido fallas producto del personalismo de algunos y la imposición arbitraria de maquetas electorales en algunos estados, pero más allá de estas lamentables y reprochables objeciones, hoy por hoy la MUD es una marca política con la fuerza necesaria para obtener una cómoda mayoría en las elecciones parlamentarias del próximo seis de diciembre.
A nuestro entender el problema mayor que tiene la MUD es que de obtener la mayoría de diputados en la Asamblea Nacional, como lo indican todas las encuestas incluidas las del oficialismo, los cambios que pueda producir desde allí no serán ni rápidos ni profundos y por ello no podrán modificar desde este escenario el drama nacional que está sufriendo Venezuela.
Este escenario de imposibilidades pragmáticas dentro del cual ni gobierno ni oposición, cada uno con sus cuotas de poder institucional, puedan hacer frente a la crisis epopéyica que se nos viene encima, obligará a replanteamientos del discurso político con nuevos elementos y un liderazgo que los exprese con nitidez y contundencia. En pocas palabras, es urgente cambiar de modelo económico y este cambio traerá consigo un reacomodo del liderazgo opositor. Dentro de este panorama el discurso y las posiciones de María Corina serán sin duda un gran referente.