Para recordar: “Cuando digan: “¡Paz y seguridad!”, entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción…” (1ª Tesalonicenses 5:3).
La guerra genera numerosísimos desplazados y por ello, nadie debería desear más la guerra que la paz; especialmente, si aceptamos que la primera surge por las pasiones animalizadas del ser humano y la paz, proviene del más profundo ideal espiritual.
En el navegador Google se define a un inmigrante como: “persona que se traslada de su país de nacimiento, para establecerse en él temporal o definitivamente”. No obstante, entre otras causas de la migración están: La tiranía, pésimas condiciones económicas, deterioro político, inseguridad, estudio, trabajo, salud, o simplemente, que algunos observan un “futuro” más promisorio en otra nación, tratando de llagar a ella, legal o ilegalmente.
Las palabras inmigrantes, migración, éxodo, huida, desplazados, peregrino, destierro, deportación, expatriación, exilio, extradición, expulsión, tiene algo en común: salir de su país natal, voluntariamente u obligado.
Generalmente, la mayoría de inmigrantes favorecen a los países que les dan cobijo. Pero, con los problemas mundiales (ambientales, económicos, políticos, alimentación, explosión demográfica) lamentablemente la inmigración no es muy bien vista en estos tiempos. Sin embargo, la Biblia (Dios) nos llama a “no angustiar” (respetar, no maltratar, ni explotar) al extranjero (Éxodo 23:9).
Últimamente, escuchamos hablar de los inmigrantes, más que en cualquier época: En cada elección de los Estados Unidos; el conflicto entre Venezuela y Colombia; la visita del Papa Francisco a Cuba y Norteamérica; los desplazados del medio oriente, a causa de sus encarnizadas guerras, quienes se están trasladando a Europa y otros países.
Con nuestro título, sugerimos que las guerras constituyen la mayor causa de la inmigración, y quizá hablar de paz o tratar de eliminar las guerras saldría más “barato” que recibir multitudinarios éxodos. Pregonar la paz, se ha convertido hasta una “bandera” política en muchas partes del planeta, incluyendo a Venezuela.
Por otro lado, Jesús, el Hijo de Dios, dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy. Os la doy, no como el mundo la da… Me voy, pero volveré a vosotros… Ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis” (Juan 14:27-29)
Jesús preparó a sus discípulos para su resurrección (Juan 2:19) y su Segundo regreso (Juan 14:1-3). Y les dejó claro que “el mundo” (seres humanos, entes políticos, religiosos, organizaciones) ofrecerán, declararán la paz, pero no como la ofrece el Salvador.
La paz concertada entre seres humanos es efímera, inestable, débil, circunstancial, por conveniencia, amañada, mentirosa y a veces corrupta. En cambio, la Paz prometida por Cristo, no la puede garantizar ningún mortal, así lo llamen dios; o representante de Dios en la tierra.
Los conflictos, nos acompañarán hasta el fin parcial de este planeta. La inmigración será mayor hasta por el calentamiento global, y pronto se cumplirá lo que Pablo escribió: “Cuando digan: ¡Paz y seguridad!, entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción”.
Esto último ocurrirá cuando venga Cristo por Segunda vez, y aunque nos mudáramos a otro país, la verdadera Inmigración y la paz sucederá al llegar a la Patria celestial, donde obtendremos una nueva “ciudadanía” (Filipenses 3:20).
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