Las voces de Penélope – Tres de policías

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1.- Tenerife./España
La chica regresa a casa en bicicleta. Cerca de las 9 de la noche, la brisa corre al mismo ritmo que el impulso dado por el juvenil pedaleo. Debe llegar antes de que sus abuelos venezolanos se preocupen. Tomará atajos que incluyen avenidas semiiluminadas y veredas solitarias. Se detendrá en los semáforos y esperará viendo el bellísimo cielo estrellado de Tenerife, cuyo observatorio astronómico es uno de los mejores del mundo y por serlo, requiere del control lumínico de una ciudad que se antoja moderna en la calidad de vida pero que conserva modos y maneras de la ruralidad, del “buenos días” y “ adiós amigo”.
Mientras cruza La Laguna, es sorprendida por una patrulla de policía, cuyo conductor le interpela para preguntarle por la luz que por permanecer apagada, no sólo no le muestra la vía sino que la oculta a los conductores. Después de un corto diálogo, la amable aunque segura orden, le recuerda sus derechos y deberes de ciclista. No ha pasado nada que genere temor ni miedo. Tan solo el ejercicio de la civilidad y de protección al ciudadano.

2. Fronteras de Hungría/ Serbia/ Croacia/ Grecia
La gente llega en cambote. Se atropellan entre sí, llevándose todo por delante, incluso a su propios hijos. El miedo no da lugar a la amabilidad y quien llegue primero tendrá más posibilidades de saltar el cerco, esquivar el arma, el garrote, porrazo y la fuerza bruta. Se oyen los gritos de alarma, dolor, imprecaciones y súplicas. Las mujeres abrazan a sus hijos escondiéndolos bajos sus brazos, algunas de ellas sin el velo perdido en el camino. África ya no lanza los suyos en estampida, sino Siria es la que abre el camino de sangre y fuego, para los que se quedan y para los que huyen con el miedo y la esperanza como único equipaje.

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Los guardias fronterizos, las policías locales y sus fuerzas de choque, son el epítome del miedo de los países que se encuentran en el camino de la gente que en su huida, intenta llegar a Alemania, Suecia y cualquier país que no encienda ni una llama de fósforo. Golpean, arrastran, encadenan, esposan, disparan y levantan muros de acero y alambre para detener cualquier mano que pida ayuda o sirva de palanca en medio de la amenaza y los aullidos…

3. Venezuela/ Barquisimeto.
Los ruidos provenientes del techo de los vecinos no eran de pájaros ni de frutas de árbol, sino de habilidades nocturnas. Los saberes para desinstalar cercos eléctricos, cortar el servicio de luz, romper el concreto como si se tratara de galletas y silenciar alarmas, muestran la información manejada por nuestros ladrones actualizados en tecnologías.

Desenchufada la luz, saltaron al patio interno, con equipo suficiente para destruir parte del techo y deslizarse hasta el piso, de lo que más que pequeña empresa, pareciera ser ejemplo de la tenacidad, sacrificios y amor por el trabajo de un joven matrimonio con hijos, cuyos sueños de viajes y vacaciones siguen guardados al fondo de la memoria. Para desconcierto de los ladrones, una alarma de pilas, anunciaría con entusiasmo inusitado su presencia sin dar tiempo para robar ni recoger bártulos ni huellas.

El robo vendría después de haber abierto las puertas de enfrente y constatar que no se habían llevado nada. Vino de la mano de un uniformado que debe haber cantado “bingo” al guardarse en su chaleco la laptop “encontrada” en escritorio. Asunto que pareciera no hacer mella en las instituciones policiales venezolanas, cuando algunos de sus miembros lanzan por la borda con la misma destreza, Derechos Humanos fundamentales y valores individuales esenciales, sin los cuales el ciudadano común, queda completamente desprotegido. Sin saludo, sin aullido y en silencio…

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