Sin tregua – Maduro: “El cerrador”

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En el béisbol, la figura del “cerrador” se refiere al pitcher que salva el juego lanzando los últimos innings. Suele llamársele también “apagafuegos”. ¿Quién no recuerda a Luis Aponte, el mítico cerrador de nuestro querido Cardenales de Lara, con su arsenal de mágicos lanzamientos, silenciando el bate de los rivales, mientras el Antonio Herrera Gutiérrez estallaba en vítores, bajo la animación de Gregorio Valles, con cada ponche propinado por éste ícono del deporte nacional? Imposible olvidarlo, menos en estos días, en que la brisa de la tarde ya trae aromas de la próxima temporada de béisbol profesional.

Pues bien, aplicando esta palabra a la situación de país, influenciados quizás, por aquel feo hábito del difunto supremo, quien constantemente alababa, públicamente, su “rabo e’ cochino”, podemos afirmar que Maduro es un pésimo “cerrador”. Si bien es cierto, que no tiene talento para nada, también es verdad que sabe tirar piedras; tanto que, durante su desgobierno, Miraflores se ha convertido en una enorme cantera, desde la cual se santigua, a punta de pedradas, a todo aquel que tenga la osadía de desafiar sus locuras de microscópico dictadorzuelo. ¡Bienaventurados los sedientos de justicia, porque ellos recibirán la primera pedrada en el ojo!, diría hoy el padre Rojas, otrora defensor de los derechos humanos.

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¿Por qué pésimo “cerrador”? Porque Maduro, en lugar de “salvar el juego”, cree que los males que agobian al país, se resuelven cerrándolo todo. Es posible que el führer obrero, fiel a las creencias de todo quien se precie de ser dictador o aspire serlo, se imagine predestinado a desarrollar políticas orientadas a cerrar los nexos del pueblo venezolano con su pasado glorioso. Más lo cierto es que sus ejecutorias en el plano económico, caracterizadas por un exacerbado intervencionismo estatal, controles de todo tipo y corruptelas a granel, han traído consigo el cierre de innumerables empresas, a la vez que han alejado las posibilidades de inversión, debido al terrible clima de inseguridad jurídica, propiciado desde las honduras del poder. Como resultado de tan errática política, se ha acentuado el estancamiento de la producción nacional, lo que obliga a la gente a soportar ultrajantes colas, en procura de adquirir alimentos, para luego tropezar con la frustrante realidad de que la inflación ha pulverizado los sueldos y salarios de hambre que recibe. Según la Biblia: “Dios hizo al hombre del polvo del suelo”. Maduro ha ido más allá, pues ha convertido el dinero de los venezolanos en polvo portátil, en tierra de bolsillo. Y lo peor es que cree que “se la está comiendo”. Sino, véase como, ante los demoledores efectos de la tremenda crisis creada por su propia ineptitud, no se le ocurrió mejor idea que desatar una jornada de tirapiedrismo diplomático contra Colombia, para luego “cerrar” un amplio espacio de la frontera con ese hermano país, medida que ya abarca los Estados Zulia y Apure. Verdaderamente, Maduro sólo aprendió a conjugar el verbo cerrar ¡para joder hombre! y quiere hacer de “apagafuego” de la llamarada que prendió el difunto, vaciándole bidones de gasolina.

Lo último que acaba de cerrar Maduro, es la puerta de la celda de Leopoldo López. Qué más se puede esperar de la ignorancia, esta vieja comadreja, que sólo sabe parir cárceles y tiranos. Por suerte, la libertad es un ave luminosa, que se eleva por encima del estercolero ideológico del que se nutre este régimen oprobioso. Tal vez, algún día no muy lejano, aunque sea por error, Maduro por lo menos cerrará la boca. Sino, el pueblo venezolano, el próximo 6D, le dirá como le dijo el Rey de España, al locuaz aquel: ¿Por qué no te callas?

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