El triunfo de la Unidad en las parlamentarias abrirá la puerta a un proceso político nuevo, en beneficio de todo el país, incluso los chavistas inconformes
Si las encuestas se concretan en resultados electorales, la próxima Asamblea Nacional tendrá una nueva mayoría. Eso tendrá, por lo menos, dos efectos políticos de mucha importancia. Uno es la clara señal de que los venezolanos están descontentos con el rumbo errático de los actuales gobernantes y quieren un cambio. El otro es que el poder legislativo empezaría a cumplir su papel constitucional de representarnos a todos, legislar para todos y controlar al gobierno en nombre del interés de todos.
¿Se imaginan que en medio de este desastre ganara el PSUV y se sintiera premiado el gobierno de las colas? La impermeabilidad ante la realidad aumentaría, en perjuicio de los venezolanos. Y la Asamblea seguiría sin debatir los verdaderos problemas, habilitando al Presidente para que siga legislando por decreto y aprobando irresponsablemente presupuestos, créditos adicionales y endeudamiento, cómoda en su papel de barra para vitorear al gobierno o instrumento de negociación entre personeros del cogollo enchufado.
El triunfo de la Unidad, en cambio, traería novedades políticas interesantes. El control de un poder del Estado por la alternativa democrática es un hecho difícil y costoso de ignorar por parte de quienes le cogieron el gusto al mando total. La amnistía para los presos políticos sería un símbolo de la nueva realidad. Pero la derrota electoral del grupito del privilegio y la arrogancia, desencadenará otras dinámicas en el seno del oficialismo. Los prepotentes jefazos de hoy ya no se verán del mismo modo, en primer lugar por sus propios camaradas.
Para cuidar esa posibilidad de cambio tan clara y tan importante hay que maximizar los aciertos y minimizar los errores. Parece de Perogrullo, y tal vez lo sea. Pero se trata de fortalecer la Unidad con mucho compromiso y amplitud. Centralidad de los símbolos, las políticas y las campañas unitarias. Ordenar el mensaje y focalizarlo en los temas principales, sin distraerse ni “darle palo a todo mogote”. Suplir la precariedad mediática no con una comunicación desordenada, sino con disciplina en temas y tono, y mucho contacto directo con la gente en sintonía con lo que está sufriendo. Para la gran tarea hay que prepararse. Política, programática y sicológicamente. Hay que estar a la altura de la historia.
Aquí no hay otro camino. Solo la Unidad. Esa es la medida de nuestra responsabilidad.