Siempre hemos sabido que la realidad supera la ficción, trátese del cine, documentales, la literatura e incluso las crónicas cuyos linderos periodísticos rozan la literatura. Basta haber sentido o visto cualquier tipo de sufrimiento humano, individual o colectivo, para comprenderlo. Especialmente si tiene nombre y apellido. El genocidio de Vietnam puede resumirse en la niña desnuda que huye despavorida de los bombardeos de su aldea. El nazismo, en una alambrada de campo de concentración.
“Las Reinas de Africa”, libro de la periodista, escritora y productora de medios audiovisuales, Cristina Morató,logra ser una especie de coral de imágenes a lo largo de sus páginas. No podía ser de otra manera si llevaconsigo la experiencia vivida en sus variados viajes por Latinoamérica, Asia, Cercano Oriente y África.
La mujer y sus circunstancias en situaciones extremas, pareciera ser un motivo constante de atención. De allí por traer al primer plano a grandes viajeras y exploradoras de la historia, sin dejar por fuera las que navegaron desde las contradictorias y casi siempre rígidas aguas misioneras:“Viajeras intrépidas y aventureras”, “Las reinas de África”, “Las damas de Oriente” y “Cautiva en Arabia”. Sus experiencias viajeras la han conducido a fundar y dirigirla Sociedad Geográfica Española y ser miembro de la Royal GeographicSociety de Londres.
“Las Reinas de África”, nos lleva por los afluentes de la religión misionera, la exploración y la colonización. Actividades de las cuales se tiene suficiente registro desde y sobre los hombres que la ejercieron. Las mujeres, se asomaron desde la sombra de la cocina, del silencioso trabajo de cuidadora de marido e hijos pues los prejuicios sociale le negaban casi siempre, protagonismo y arrojo, en una vida caracterizada por la dureza y sacrificios, dentro de la cual, llevaban la peor parte.
El cine, nos ha mostrado a lo sumo, un aspecto hedonista de la vida en Kenya, de Karen Bleixen, conocida como La Baronesa con su vida amorosa dividida entre un marido rico y su amante aviador. Quizá lo más cercano, son las memorias de Katharine Hepburn, protagonista de la película de John Huston, cuyo nombre inspiró el del libro de Cristina Morato. La Hepburn, escribió “El rodaje o cómo fui a Africa con Humprey, Bacall, Huston y casi pierdo la razón”. Su experiencia en cuanto a la vestimenta de su personaje en el calor del Congo, las picaduras de insectos y diversas incidencias, no se acercan a las de las mujeres de carne y hueso, casi todas misioneras o exploradoras de verdad, cuyas experiencias reales con vestimentas y prejuicios de hombres y mujeres, incluían por igual el asombro o rechazo de su entorno cultural y el de los habitantes de los territorios explorados, guiadas por la fe religiosa o los implementos de trabajo científico, bajo el sol inclemente, enfermedades, cuidados de los niños propios o ajenos, la ropa incómoda e innumerables dificultades.
Vestimentas que en algunos casos se transformaron en largas batas similares a las usadas por las mujeres de las tribus visitadas. El caso de Mary Slessor es ilustrativo: las fotos antes del viaje, muestran una joven blanca vestida a la manera puritana, que terminó pareciéndose, para horror de los otros blancos, a una africana de verdad, que comía, se vestía y vivía como las mujeres de la tribu, padeciendo los rigores del clima y enfermándose a menudo, pero que ganó el respeto de los jefes tribales, pues aprendió a negociar como si se tratara de colmillos de elefante, a favor de las víctimas de castigos ancestrales, tales como mutilaciones y la muerte, en un esfuerzo por entender y discutir desde el Otro, costumbres y morales muy diferentes a la suya.
Esposas, hijas, suegras o solitarias viajeras, sus vidas merecían ser mostradas en el esplendor del contexto que les tocó vivir en la amanera de ver e interpretar el mundo de los que siendo semejantes, eran diferentes, sin otra arma que no fuera la palabra, la oración y el coraje personal. Actitudes compartidas por mujeres de todos los tiempos y épocas, propias de quien relegada, ha aprendido a sobrevivir esperando.