“El que no sabe es un imbécil. El que sabe y calla es un criminal”
“Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse, tendrá que pasar al ataque”
Bertolt Bretch
Hay días que interesa darle orden a la habitación para saber si de alguna forma ello incide sobre el desconcierto que usualmente nos circunda. Habitualmente se comienza con el aseo, luego con los avíos, y finalmente, como si lo postrimero siempre fuera lo principal, los textos. Se trata de ordenarlos, o por volumen o por autores, incluso por temas o géneros, pero siempre prevalece el turno. Esa medida con la que todo se nos hace fecundo y curioso. Aquel tanteo con el que se diluye la revolución. Lo forma un aliento donde vamos viciando, pactando, causando de incalculables formas, modificándose incluso reparando el parámetro de la permanencia, y también, como estímulo metafísico, el del conformismo.
De pronto tropiezo con un segmento que habría releído varias veces… “La fuente del miedo está en el porvenir, y el que se libera del porvenir, no tiene miedo”. Me encontré saliendo por la cruz. Toda la existencia se fue asentado en un intento de atrapar el porvenir, de hacerlo vigente desde el futuro y desde el pasado retenerlo en el ahora. Fue ingrato saber que parte de esta frecuencia se había extraviado sin cosecha. Mucho peor en estas tierras en que el acaso no obtiene por donde levantar vuelo; donde lograr una tribuna para soportar el cultismo, un mástil donde percibir una perspectiva que sirviera de encargo o punta de lanza.
Mi romería se ha reducido a una alacena arreglada, una cama al natural, un tv sin visa y una perspectiva que comienza y finaliza en un vigilante. El observador posee delanteras. Un ciclo que ilumina las sombras de la noche. El extravío de ociosas tronadas. Glorias que resbalan hasta confundirse con el mar y la experiencia de un trabajador asistente.
La realidad no vive para ferias. La inflación come sola. En fila india los bachacos se desayunan las decencias. Al mismo tiempo soy azotado por un malnacido. Siendo honestos, no encontramos quien nos las juegue limpio. La mesa no está ofrecida y no sabe de unidad.
Repaso el conjunto. Las quejas afeitadas y acomodadas. El monitor con la prendida ronquera. El lecho cubierto de queda. Los carromatos del limbo. El abismo involucrado al paisaje no aguanta el escrutinio y el sostén, desesperadamente intratable, dilata el tormento.
Marcantonio Faillace Carreño