La última encuesta de Datanálisis nos ofrece una panorámica del país poco halagadora, pues los actores principales del conglomerado nacional: pueblo, gobierno y oposición están desconectados entre sí y tienen importantes tareas pendientes por realizar.
Quizás el tema más patético sea el de la situación del país. Un 87.2% la considera negativa pero cuando se indaga el por qué, más de la mitad se pronuncia por el desabastecimiento y las colas, el alto costo de la vida o la inseguridad personal. Razones muy válidas pero que se circunscriben a lo material. Hay poca preocupación por el pésimo sistema de salud o la ineficiente educación pública que cubre el 80% de los educandos o el pésimo sistema de transporte que utiliza principalmente la clase trabajadora; o las atrocidades cometidas por los poderes judicial y moral.
A ello se suma que el 86.5% no está dispuesto a protestar ni siquiera por la escasez de bienes materiales o por la pésima situación económica. Y un porcentaje equivalente al 57.2% se considera independiente y no quiere saber de los partidos políticos. Las respuestas a las últimas concentraciones convocadas por el oficialismo y la oposición dan muestra de ese sentimiento cuya gravedad puede dar pie a que surja un nuevo demagogo populista de carácter mesiánico como ya ocurrió en 1998. Es precisamente ahí en ese sentimiento donde el gobierno y los políticos de oposición tienen las mayores carencias y múltiples tareas pendientes.
Maduro y su gobierno son muy mal evaluados por un 70.4% de la opinión pública. Un 77.4% no cree el cuento de que nuestra actual crisis es consecuencia de una guerra económica adelantada por la derecha. Para muestra fehaciente el 68.3% desea que el presidente termine su período este año o que sea removido en el 2016. Además la falta de oportunidades y la inseguridad inciden en el hecho que un 30.5% de los encuestados esté dispuesto, si pudiese, a irse del país. En resumen la credibilidad del Gobierno está en su más bajo nivel desde que asumió el poder en el 2013 y le va a costar mucho salir de ese hueco si no sacrifica la ideología en aras de un pragmatismo que le permita cumplir con las tareas pendientes.
La otra forma de percibir el deterioro gubernamental puede comprobarse en las predicciones para las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre: un 50.7% votaría por los candidatos de la oposición frente a un 28% que lo haría por los candidatos oficialistas. Una diferencia de 22 puntos porcentuales que parece difícil de modificar a tan solo dieciséis semanas de los comicios.
No obstante lo anterior la encuesta ofrece cifras alarmantes para los partidos de oposición. Su afiliación alcanza sólo un 17,7% frente a un 18.4% del partido de gobierno. Es verdad que la maquinaria oficial está apoyada por su control sobre la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, pero precisamente frente a esa realidad los partidos opositores debían estar ya adelantando una estrategia de ir casa por casa en barrios y urbanizaciones de clase media baja conquistando voluntades.
Esa es una tarea pendiente de la dirigencia opositora para la cual queda poco tiempo y que debe ir acompañada de las propuestas para solventar la crisis de desabastecimiento, alto costo de la vida y la inseguridad entre otros problemas. También debe presentar de manera clara y transparente las acciones a llevar en el parlamento de ganar los curules por mayoría, en lo relativo a la aprobación de nuevas leyes y modificación de las existentes, destinadas a conseguir la prosperidad y el bienestar económico social de las grandes mayorías.
Si la oposición no adelanta este plan estratégico, la diferencia a su favor, encontrada por la encuesta, pudiera verse reducida con lo cual el uso abusivo de los dineros públicos y los obstáculos interpuestos por las autoridades electorales pudieran dar al traste con una oportunidad que hoy pareciera irreversible.