Sin mayores fuerzas que las de llorar amargamente llegaron hondamente abatidos al cementerio de Tamaca a las 3:00 de la tarde de este lunes, familiares y compañeros de armas del larense Arturo Andrés Sánchez Soto (22), para contemplar la sepultura de sus restos, la cual se concretó a las 3:55, luego de la misa oficiada en su memoria en la iglesia San Antonio de Padua de Tamaca.
Sánchez Soto, el venidero mes de septiembre, cumpliría un año en la institución Guardia Nacional Bolivariana, en Caracas, durante el cual recibió preparación como alistado en el Departamento de Ingeniería, pero de forma trágica lo sorprendió la muerte el pasado sábado en la explosión ocurrida en la refinería de Amuay, estado Falcón.
Nació en el caserío Tacarigua, al norte de Barquisimeto, en un hogar donde hasta el lunes 20 de agosto conoció la ternura y el amor de crianza que le entregó sin medida su abuela paterna, Asunción Sánchez, de 70 años, tras despedirse de ella, para regresar nuevamente al destacamento ubicado en la refinería de Amuay, estado Falcón.
Gracias a su destacado desempeño y por sobresalir en todas las actividades encomendadas en Caracas, por órdenes superiores se ganó el traslado a Punto Fijo con un grupo de sargentos de tropa para apoyarlos en tareas de ingeniería, específicamente relacionadas con la reparación de unidades militares en la zona.
Por lo tanto, mientras apoyó en las difíciles tareas su estadía tuvo lugar en las cómodas instalaciones del destacamento de la Guardia Nacional Bolivariana ubicado en la refinería de Amuay, una de las mejores de esa entidad.
Los restos mortales del funcionario fueron escoltados hasta el cementerio por efectivos del Destacamento de Seguridad Urbana del Destacamento 47.
El ataúd, ataviado con la Bandera Nacional, inmediatamente se llenó de coloridas flores entrelazadas en varias coronas llevadas tanto por seres queridos como de la institución castrense.
La palabra de Dios y la bendición de la sepultura estuvieron a cargo del seminarista Jesús García, en nombre del presbítero Efraín Pastrán, capellán y capitán asimilado de la Guardia Nacional Bolivariana.
Invocando el Santo Evangelio, según San Juan, García recordó creer en Dios sin perder la calma, porque él los llevará en su corazón por ser el camino, la verdad y la vida.
Al referirse a la esperanza y la fe de una vida eterna, señaló que la vida de Sánchez Soto “no se acaba en este momento, sino que comienza su vida eterna. Dio un paso adelante de nosotros a la casa de Jesús y seguro está contemplando al Señor. Le pedimos al Señor que lo reciba como un hijo amado”.
Dos toldos debajo de los cuales fueron colocadas sillas en filas sirvieron de refugio contra la lluvia que no cesó durante el acto de entierro.
Compactados en abrazos pedían a Dios mucha fortaleza para ellos por el momento tan difícil de superar.
“Arturo fue un gran hombre del honor, al seguir la gloriosa carrera de las armas para liberar a su Patria y merecer las bendiciones de sus pueblos, como dijo el Libertador. Tus amigos y compañeros te bendicen porque cumpliste con tu juramento, de defender la patria y sus instituciones para perder la vida si fuera necesario, por eso siempre estarás vivo en nuestros corazones y en nuestra mente, siempre serás recordado en las filas castrenses”, soltó uno de los guardias, visiblemente afligido.
Recibe ascenso
Arturo Andrés Sánchez Soto fue ascendido post mortem a sargento segundo de la Guardia Nacional Bolivariana durante el entierro.
La orden fue emanada del presidente Hugo Chávez, a través del Ministerio de la Defensa.
Las presillas, que en los actos de ascenso normalmente son colocadas en los funcionarios en ambos hombros indicando el grado superior inmediato de jerarquía, esta vez y, simbólicamente, fueron llevadas hasta el ataúd y cumplido el protocolo militar de rigor se las entregaron a su madre.
Asimismo, le entregaron la Bandera Nacional que cubría la urna.
Soñó superarse para ayudar a su familia
Con los sueños a cuesta, el joven Arturo Sánchez se desprendió de su regazo familiar en busca de oportunidades, incorporándose a la institución castrense como medio de superación.
Uno de sus principales anhelos era ayudar a su “Maita”, como amorosamente llamaba a su abuela Asunción Sánchez, quien lo vio crecer desde muy niño durante la crianza en la zona rural de Tacarigua, donde también vivía con su padre Andrés Gilberto Sánchez y su hermana Máryori Sánchez, ya que no estaba casado ni tuvo hijos.
Leandra Yalí Soto, su madre, no lo tuvo con ella. “Yo jamás me iré de aquí mientras vivas”, le dijo el lunes pasado a su “Maíta”, tras despedirse de ella.
Fotos: Richard Alexander Lameda