Mientras Jason Thraser descendía en su helicóptero hacia un parque con siete bomberos a bordo, vio lo que pensaba era otro helicóptero de bomberos que combatía un incendio que amenazaba varias viviendas.
Pero el piloto del Departamento Forestal y de Protección Contra el Fuego de California identificó de pronto el objeto como un dron de cuatro motores a tan sólo 3 metros (10 pies) de su cristal delantero. Su presencia le obligó a hacer un fuerte viraje a la izquierda para evitar una colisión cuando estaba a unos 150 metros (500 pies) del suelo, según el informe que presentó al día siguiente.
«Si ese dron hubiera atravesado mi cristal, no tengo idea de lo que podría haber pasado», dijo Thraser en una entrevista por teléfono. «Si ese dron golpeara mi rotor trasero, desde luego iba a ser catastrófico».
Ese encuentro del pasado septiembre en Nevada City, unos 96 kilómetros (60 millas) al nordeste de Sacramento, explica por qué los aviones no tripulados se han convertido con rapidez en una grave molestia para los pilotos de bomberos y otros equipos de emergencias, y fomentado las peticiones de que se introduzcan más supervisión y más autorregulación en el espacio aéreo.
El Servicio Forestal de Estados Unidos ha contabilizado 13 incendios forestales este año en los que se sospecha que drones interfirieron con aeronaves de bomberos. Once de ellos se produjeron desde junio, frente a los cuatro totales del año pasado y los incidentes aislados antes de eso. El mes pasado, el avistamiento de cinco drones en un incendio forestal que cerró la Interestatal 15 en el sur de California y que destruyó numerosos vehículos dejó en tierra a los equipos de extinción durante 20 minutos mientras avanzaban las llamas.
Las agencias de bomberos han presentado anuncios de servicio público para advertir a los aficionados a los aviones de control remoto, y los legisladores buscan aumentar las sanciones por interferir con las operaciones de emergencia.
«Cuando uno no puede apoyar a los bomberos sobre el terreno, los incendios crecen», señaló Ken Pimlott, director del Departamento Forestal y de Protección Contra el Fuego de California. «Es significativo, y es un gran problema».
El 2 de agosto, y por segunda vez en tres días, un piloto comercial informó de la presencia de un dron cuando se aproximaba al aeropuerto internacional John F. Kennedy de Nueva York. El martes, mientras las llamas envolvían un restaurante vietnamita en San Diego, el departamento local de bomberos pidió en Twitter a los operadores de drones que se alejaran de la zona, advirtiendo que «están interfiriendo con las operaciones contra el fuego».
Greg McNeal, profesor de derecho de la Universidad de Pepperdine, compara las preocupaciones sobre la seguridad y los límites éticos con la preocupación hace unos años sobre el uso de celulares con cámara en vestuarios y otros espacios públicos. Los legisladores buscan la forma de regular nuevos productos tecnológicos de consumo que pueden crear problemas cuando se emplean mal.
Es probable que la mayoría de los operadores que manejaban drones cerca de incendios desconocieran el peligro, señaló McNeal. Otros son «inconscientes», dijo, que quizá intentan grabar imágenes que nadie tenga para venderlas.
Según las normas de la FAA, que regula el espacio aéreo, los aficionados a las naves no tripuladas no pueden sobrepasar los 121 metros (400 pies) de altura y deben evitar estadios y gente, así como un radio de ocho kilómetros (cinco millas) alrededor de los aeropuertos. Durante incendios y otras emergencias, la FAA impone restricciones temporales.
Existen programas informáticos que pueden alertar a los operadores de las zonas restringidas. Pero algunos responsables de bomberos señalan que los incendios se extienden de forma tan rauda e impredecible que puede haber un peligroso retraso hasta que se establecen las restricciones.
La perspectiva de ser avergonzados en público podría ser la mejor disuasión, señaló Jon Resnick, portavoz de SZ DJI Technology Co., una de las mayores fabricantes de drones para consumidores.
«La tecnología sólo puede llegar hasta un punto», comentó. «En algún momento tiene que intervenir el sentido común».