En el panteón de los dioses del México prehispánico, la mayoría de las deidades aztecas son representadas como seres brutales y sanguinarios que sólo son apaciguados con sacrificios humanos.
Pero el viernes, el museo del Templo Mayor de la capital mexicana montó por primera vez una exhibición dedicada a Xochipilli, el dios azteca del canto, la danza y el sol naciente.
Los aztecas solían sacrificar codornices a Xochipilli, y no corazones humanos aun latientes. Y fue venerado en vastos festivales de poesía y música, en lugar de demostraciones marciales.
Patricia Ledesma, directora del museo, dijo que la exposición pretende mostrar otro lado de las deidades adoradas por el pueblo mexica que vivió en el imperio azteca.
En sus propias palabras, «es parte de lo que queríamos demostrar, que no solo los mexicas se dedicaban a la cuestión bélica o sangrienta, sino que también tenían esta parte más artística».