A la primera oleada de emigrantes, por causas económicas, de inseguridad y de persecución política, se les une ahora una segunda ola conformada por los familiares de enchufados y funcionarios chavistas. En algún momento los seguirán los capos de las familias. Obviamente buscan fondear en aguas más tranquilas y lejos de cualquier mano justiciera.
Algo deben saber que los lleva a tomar esa decisión: sea porque saben que aun con dinero y guardaespaldas el país es harto peligroso, sea porque saben lo que el gobierno piensa hacer si pierde las parlamentarias: probablemente sembrar de violencia del país, un hecho grave que se sabe cómo y cuándo empieza pero nunca cómo ni cuándo va a terminar. La violencia en las calles puede ocurrir con una caza de brujas de uno y otro bando, saqueos de supermercados, viviendas e incendio de vehículos, linchamientos, y, finalmente, una guerra civil abierta. Algunas de estas cosas ya ocurrieron al morir Gómez y al escaparse Pérez Jiménez, no seria novedad.
No dudo que haya funcionarios honestos entre los chavistas, pero a la hora de estallar la violencia no hay modo de saber quién es quién. El que es honesto, evidentemente que prefiere evitar que una turba lo pare en la calle y termine por lincharlo, no importa con qué vigor el detenido proclame su inocencia. Así que más vale alejarse antes que los tsunamis barran con todos y evitar que un tribunal popular, con gente cargada de odio, los sentencie en mitad de la calle.
Y quien sabe, estos que tanto condenaron a los de la primera ola por apátridas, por no contribuir a la construcción del socialismo endógeno,descubren que vivir en un país supercapitalista y con un buen respaldo económico no resulta ser tan malo, de modo que no habrá premura para volver.
Lo malo es que la violencia llaman a más violencia y solo el ejército puede aplacarlas, y lo hará de la única forma que sabe hacerlo: ametrallando, tal como ocurrió durante el Caracazo, aun si muchos espíritus pudorosos digan que nunca se debió reprimir al pueblo pues este no estaba saqueando, sino protestando. Por supuesto, lo dicen porque nunca se han puesto a pensar que hubiera pasado en Caracas, y por contagio, en el resto del país, si no se suspenden las garantías constitucionales y se vacían las calles de saqueadores, de violentos dispuestos a dañar todo lo que no les gusta.
Más vale que ambos bandos trabajemos por una transición en paz. Cerrado el capítulo chavista –por ahora- habrá que comenzar a reconstruir el país. Si esto no se logra, que el último en salir apague la luz…
