Romeo Santos no necesita pegar un éxito en inglés. Gracias a su conexión con la comunidad latina, el cantante nacido en Nueva York ya ha triunfado de una manera que muchos artistas estadounidenses envidiarían.
Con sus movimientos de cadera y su prodigiosa habilidad para encantar al público, el nuevo símbolo sexual de 33 años creó una audiencia enorme para la bachata, un género bailable aunque a menudo melancólico que antes se asociaba más a República Dominicana que a un artista neoyorquino. El domingo, el «rey de la bachata» concluyó una gira de conciertos con tres noches vendidas a toda capacidad –18.000 personas– en el Barclays Center de Brooklyn. Los conciertos tuvieron lugar un año después de que Santos sorprendiera a los no iniciados con dos shows llenos en el estadio de los Yankees, de 50.000 lugares, en su Bronx natal.
El fenomenal tamaño de su base de fans se puede apreciar en YouTube, donde Santos ha acumulado cerca de 4.500 millones de visitas en sus videos oficiales o subidos por los fans. A modo de comparación, la superestrella del pop Taylor Swift suma poco menos de 4.000 millones y Katy Perry 2.800 millones.
El éxito de Santos en YouTube es extraordinario para un artista cuyo nombre dejó con la mente en blanco a los dueños no latinos de un bar «hipster» a sólo unos pasos del Barclays Center. Hijo de un obrero dominicano y una ama de casa puertorriqueña, Santos creció en un ambiente bilingüe, pero canta casi exclusivamente en español. Y, en lugar de buscar entrar al mercado de la música en inglés, ha atraído a algunas estrellas estadounidenses para que canten con él sus temas. Su último álbum tiene colaboraciones de dos conocidos raperos: Drake y Nicki Minaj. Su tema más conocido es el sugerente «Propuesta Indecente», que se convirtió recientemente en la primera canción que dura 100 semanas en la lista de éxitos latinos de la revista de la industria Billboard. Para acompañar sus canciones más románticas, Santos invitó a mujeres del escenario. A una la besó apasionadamente en la boca; a otra la metió en una cama bajo sábanas rosa de satén. Otra mujer que se subió al escenario consiguió no sólo un beso sino incluso una rápida manoteada en la entrepierna.