Entre más largas las colas, más grandes los desequilibrios entre la demanda de bienes (D), representada por la cantidad de dinero en manos del público,y la oferta de bienes y servicios (O); simbólicamente D >O.
En anterior escrito abordamos el caso venezolano como un exceso de demanda, mucho dinero en circulación como efecto combinado de 2eventos: la captación de una renta petrolera internacional (dólares que no tienen como sustento ni al capital ni al trabajo), que al convertirse en bolívares inundan el mercado y la rienda suelta a mecanismos perniciosos que permiten financiar el déficit fiscal: contratación de deuda (más billete en la calle), devaluaciones sucesivas (más bolívares por los mismos dólares) y la irresponsable emisión inorgánica de dinero (“prender la maquinita”).
Hoy nos ocupamos del otro polo de la desigualdad: caso de insuficiencia de oferta, poca producción.
La oferta agregada
La oferta de bienes y servicios está conformada por lo que se produce en el país + la importaciones. En la simbología convencional: O = PIB + M. Analicemos los términos por separado, en los últimos 6 años. Según el BCV, el PIB ha crecido con altibajos, como se muestra en la tabla, a una tasa promedio de 0,61% anual, muy por debajo del mínimo aceptable que es 3%. Mientras que las importaciones,luego de un vigoroso en 2011-2012 con la intención, según el exministro Giordani, de garantizar la reelección de Chávez, sedesploman. En parte porque hay que honrar los compromisos de deuda externa.
Las cifras son elocuentes. La producción se estancó, mermaron las importaciones, cayó la Oferta. Las causas de tal calamidad se dejan para otra ocasión. Retornando a la noción básica del equilibrio, y sabiendo que la demanda venía creciendo a un ritmo de vértigo, 40% anual en promedio, desde el año 2010, era previsible un escenario de escasez. Los problemas de desabastecimiento fueron advertidos. Era cuestión de tiempo.
Salvo que los precios del petróleo crecieran de manera desquiciada para financiar las también desquiciadas importaciones, íbamos directo al despeñadero.
Los precios del barril petrolero,lejos de comportarse como requería el patrón de gasto desaforado, retrocedieron desde julio 2014, empeorando la situación, pero ya desde el tercer trimestre de 2013 era inocultable que el PIB se achicaba y se alargaban las colas.
Los desequilibrios y la guerra económica
La situación descrita: desequilibrios fuertes (desabastecimiento, inflación y escasez), tienden a deteriorarse a mediados de 2015. Vista la inacción de las autoridades, sólo la ocurrencia de un milagro petrolero cerrará la brecha comentada, las colas.
A decir verdad, la consideración oficial de la “conflagración” ha ido variando. Cuando se puso a circular el credo de la guerra económica se esgrimió que había producción suficiente, el problema estaba en la cadena de distribución.
En los términos aquí utilizados, no había desequilibrios económicos, había irregularidades y culpables. Chávez atacó: “Me declaro en guerra económica, a ver quién puede más”.
Maduro, pasó a ser víctima en la contienda, según su discurso. Contrabando, bachaqueo, especulación, acaparamiento, remarcaje de precios, sabotaje, boicot a la producción, capacidad ociosa en las plantas industriales, son o serían hostilidades concebidas con el maléfico propósito de derrocar al presidente.
Tales agresiones intentan repelerse con leyes de precios justos, controles, persecuciones y más poder popular (¿?). Uno pudiera preguntar qué pasó con los miles de militares enviados a la frontera para combatir el contrabando o la eficacia de las captahuellas o ventas por número de cédula, pero es ocioso.
Llegados a este punto el lector se preguntará ¿a qué se debe semejante extravío, por qué tanta confusión de roles en el argumento? Siguiendo la trama, se trataría de una guerra política en toda la línea, sin nombres, pero promovida por la derecha con un propósito preciso: tumbar al gobierno. Curiosamente, no utilizan estrategias o canales propios de la contienda política, se recurre a patrañas económicas. Por el lado gubernamental, en vez implantar medidas recomendadas por la ciencia económica para resolver problemas económicos, la escasez y la inflación, se apela a estratagemas de otro orden: ideología, clientelismo y búsqueda de votos.
Conductas tan absurdas como llamar a referéndum para combatir el sarampión. De modo que el deterioro sigue, se agrava progresivamente la escasez y recrudece la inflación. Aunque recientemente la vocería oficial admite dificultades y limitaciones en el ámbito de la producción, todavía despacha el complejo asunto con la idea zombi de la guerra económica.
Según Paul Krugman, premio Nobel de Economía, una idea zombi es toda proposición económica “tan concienzudamente refutada, tanto por el análisis como por una masa de evidencia, que debería estar muerta, pero no lo está porque sirve a propósitos políticos, apela a los prejuicios, o ambas cosas”.