“Salir del closet” se refiere, usualmente, a la acción de algún individuo de hacer pública su condición de homosexual, liberándose de la carga que implica andar fingiendo continuamente su condición. En criollo es equivalente a “soltarse el moño”. La frase ilustra bien la importancia de conciliar nuestros deseos y vocaciones con lo que podemos hacer. El mundo está lleno de personas que no pudieron ser como ellas querían ser porque alguien o algo se los impidió. Y toda la vida arrastran la amargura de no haber tenido la valentía de asumir el destino que ellas mismas querían para sí.
Es el caso, muy frecuente, de alguna persona que aun siendo exitosa en alguna actividad, en su intimidad se queja que el habría preferido hacer otra cosa. Es también el caso, muy frecuente, de mujeres que por matrimonio y maternidad renuncian a una carrera profesional y luego, tras muchos años, ya recuperada su libertad personal, realizan su sueño de ser lo que siempre habían querido ser. Es también el caso de aquellos que hacen una carrera y el mismo día del grado le entregan el título a sus padres diciéndoles “ ya cumplí con ustedes” y se dedican a cualquier otra actividad.
Todos, por desgracia, cargamos uno o varios closets en el que hemos encerrado algunas partes de nosotros y es frecuente que lo descubramos cuando ya es tarde para cambiar. Sigmund Freud habló de esa contradicción, una lucha entre el principio del placer, muy fuerte en los primeros años de vida y que nos empuja a ser lo que queremos ser, y el principio de la realidad, más propio de los adultos y que nos ayuda a insertarnos en el mundo tal cual es.
De la manera como resolvamos esa situación contradictoria dependerá, en parte, nuestra felicidad. La posibilidad de salir del closet depende mucho de la cultura dominante en la sociedad, del tiempo histórico y de las posibilidades en que nos toca vivir. Si en la edad media el hijo del zapatero estaba condenado a ser zapatero, hoy ni el hijo del médico debe ser médico ni el hijo del industrial se ocupará de relevar a su padre en la industria. Esto revela la creciente libertad del individuo, propia de las sociedades avanzadas que cada vez ofrecen más y más opciones de vida que se desvinculan de las tradiciones familiares. Una sociedad democrática le da importancia a la libertad individual y facilita la realización de la persona, el salir de su closet particular. Pero no olvidemos que el uso de la libertad implica la obligación usarla responsablemente, sin dañar a terceros. Este es el gran mensaje de Fernando Savater en su clásico Etica para Amador.