En su segundo día de visita a Ecuador, el Papa Francisco arribó este lunes en la mañana a Guayaquil, Ecuador, donde cumplirá actividades religiosas y protocolares.
A las afueras del aeropuerto miles de personas gritaban al unísono «Francisco, Francisco».
Algunos monaguillos que aguardaban en la pista se acercaron al Papa, quien aceptó tomarse unas fotografías con ellos.
Visitará el santuario de la Divina Misericordia, ubicado 27 kilómetros al oeste de esta ciudad portuaria. Allí orará unos 20 minutos ante 2.000 invitados: enfermos oncológicos, ancianos abandonados, niños con cáncer y fieles de algunos de los sectores más pobres de Guayaquil.
Enseguida se dirigirá al gigantesco parque Samanes para oficiar una misa campal ante al menos 1,2 millón de personas que desde la noche del domingo mantienen una vigilia en medio de cánticos y oraciones.
Feligreses
Tras caminar 40 kilómetros, Vicente Huilcatoma, un policía retirado y chofer de transporte escolar de 47 años, llegó a Samanes la tarde del domingo para buscar un buen lugar para ver al papa.
«Estoy cansado, con hambre, no he dormido, pero también siento emoción y gozo en mi corazón. He llegado a la zona más cercana para ver a Francisco. Vine a pedir por la salud de mi esposa y mis hijas. Ellas no pueden estar aquí conmigo», dijo a The Associated Press mientras mostraba orgulloso una camiseta con la leyenda «Con Cristo, el corazón nunca envejece».
La edad no es impedimento para nada, repetía Guillermina Aveiga Dávila, una contadora jubilada de 90 años que llegó a Samanes en la madrugada del lunes desde su natal Chone, 185 kilómetros al suroeste de Quito.
«No uso silla de ruedas aún. Hago mi esfuerzo y camino. Con la ayuda de este aparato, pero camino. Veo todavía perfectamente gracias a los lentes, aunque estoy un poco sorda del oído izquierdo. Al papa le pediré que interceda para que Dios me dé más salud. Quiero llegar a los 100 años», añadió a AP.
Después de la misa, el papa se dirigirá al colegio jesuita Javier donde cumplirá dos actividades privadas: se encontrará con un antiguo amigo, el español Francisco Cortez García más conocido como Padre Paquito, a quien no ve desde hace 30 años, y almorzará con un grupo de 20 sacerdotes jesuitas de todo el país.
Servicio religioso
Unos 2.000 asistentes recibieron con gritos de entusiasmo al Papa, a quien un pequeño niño casi toca el rostro cuando pasaba en medio de los asistentes. Poco después, se inclinó ante un enfermo que yacía en una camilla en el suelo y le tocó el rostro. Enseguida oró en silencio frente al cuadro del Señor de la Divina Misericordia, y se volteó ante los presentes.
«Voy a pedir por cada uno de ustedes, le voy a decir al Señor el nombre de los que estaban ahí. Le voy a pedir a Jesús para cada uno de ustedes, mucha misericordia, que los cubra, que los cuide; y que la Virgen esté siempre al lado de ustedes», dijo.
Añadió que «antes de irme, les doy la bendición. No les voy a cobrar nada, pero les pido por favor que recen por mí, ¿me lo prometen?» y la gente respondió con un sonoro sí.
Tras su paso por el Santuario, Francisco salió al gigantesco parque Samanes para oficiar la misa campal ante al menos 1,2 millón de personas que desde la noche del domingo mantienen una vigilia en medio de cánticos, oraciones y bailes. En sus manos llevan estampas, rosarios, estatuillas de santos y hasta del papa.
En se sector la sensación térmica llega a los 39 grados centígrados y los bomberos cada cierto tiempo lanzan agua sobre la multitud, algunos de los asistentes son atendidos por insolación, también hay niños perdidos y a través de los altoparlantes piden calma a la multitud.
Los feligreses se protegían con sombrillas y ropa ligera y blanca del calor y la humedad en Guayaquil.
En tanto miles de vendedores ambulantes de comida se ubicaron estratégicamente en el parque para, por un par de dólares, saciar el hambre de los feligreses.