La ciudadanía, como la política, tiene que ver originalmente con la ciudad, porque son nociones anteriores al estado nacional. Ya no estamos en Atenas, ni en Florencia, ni siquiera en la orgullosa Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo, que eran ciudades y estados a la vez. Estamos en Barquisimeto y en Venezuela.
Ciudadanía y política comienzan a ejercerse a escala urbana, por lo que puede decirse que la primera ciudadanía es vecinal, pero no se queda ahí. La idea de ciudadanía se relaciona con la de república, con los derechos y deberes que la igualdad republicana y su amplia y honda dimensión comportan. Nosotros formamos parte de unidad más grande, la nación, sin dejar de pertenecer a lo más cercano, lo más pequeño y entrañable. Eso que llamamos la patria chica.
Por mi patria chica anduve la semana pasada. La benemérita Fundasab, en asociación con el Rotary Club, promueve un Aula Abierta al Ciudadano y me invitaron a hablar en ella acerca del tema “La Ciudad y la Ciudadanía”. Fue el sábado en una reunión muy grata e interesante, con amigos de muchos años y con algunas amistades nuevas, pero con quienes aprecio que tengo vínculos anteriores y más profundos que los de la reciente relación personal directa, pues compartimos afectos, solidaridades y preguntas.
La víspera había estado en la cátedra de Fundamentos del Derecho en la Escuela de Administración y Contaduría de nuestra Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado, a cargo de la profesora Nelly Cuenca de Ramírez, con la presencia del Decano Fernando Sosa. Un salón grande atestado de jóvenes estudiantes que querían saber de la utilidad y la importancia de la elección de Asamblea Nacional del próximo 6 de diciembre. Como quien dice, ciudadanía en la práctica, en la acción.
Las dos reuniones, y la numerosa y activa presencia humana en ambas, sirven para reforzar mi optimismo venezolano. Tenemos muchos problemas. Muchos y muy grandes. Vivimos lo que puede calificarse sin exageración, como una crisis. Pero también tenemos con qué superarla. El “aula” del sábado era mayoritariamente compuesta por gente con experiencia, con vida y obra qué mostrar. El aula de la UCLA, lógicamente, estaba llena de jóvenes que tienen todo por hacer. Cada una a su manera, en las dos la preocupación era la misma. ¿Qué podemos hacer para que este país sea mejor? Mientras el fermento de esa inquietud esté presente, la esperanza está viva.
El jueves, en San Felipe, capital del Yaracuy que nos queda cerca y lo llevamos dentro, instalé un taller para legisladores locales y regionales. Cómo ser ciudadanos útiles desde las funciones de representar, legislar y controlar, pensando en todos. En una sociedad sin divisiones, sin exclusiones, sin discriminaciones, como la que debemos construir por encima de naturales diferencias. Sin ignorarlas, pero sin permitir que nos frenen. Cuando la ciudadanía es comprometida, se convierte en vocación y en militancia.