En medio de una nueva escalada del caso de corrupción en la estatal brasileña Petrobras, la presidenta Dilma Rousseff negó el lunes desde Nueva York haber recibido fondos ilegales para su campaña.
Visiblemente molesta, la mandataria habló con periodistas tras un encuentro con inversores en Estados Unidos, donde el martes se reunirá con su par estadounidense, Barack Obama. Dijo que las filtraciones a la prensa de la supuesta delación de un empresario -que habría firmado un acuerdo con la justicia para recibir una condena menor a cambio de su confesión- no eran ciertas.
«No tengo ese tipo de prácticas. No acepto y jamás aceptaré que insinúen cualquier irregularidad sobre mí o mi campaña», apuntó en una rueda de prensa al aire libre.
«Mi campaña recibió dinero legal registrado por 7,5 millones de reales (unos 2,5 millones de dólares), en la misma época en que recibí los recursos (…), el candidato que compitió conmigo también recibió, con una diferencia muy pequeña de valores. Estoy hablando de Aecio Neves», actual senador del PSDB (centro) que perdió el balotaje con Rousseff en octubre del 2014.
Este fin de semana la revista Veja publicó que el empresario Ricardo Pessoa, dueño de la constructora UTC, entregó información detallada sobre cómo «financió campañas al margen de la ley y repartió sobornos». El artículo dice que Pessoa usó dinero de la red de corrupción de Petrobras para solventar gastos de 18 figuras políticas de alto nivel.
Según las investigaciones de la fiscalía de la nación, 16 empresas formaron un «club», entre ellas las constructoras Odebrecht y Andrade Gutierrez cuyos presidentes fueron encarcelados la semana pasada, para definir quién ganaría cada licitación y a qué precio. Las cotizaciones recibían el visto bueno de los directivos de Petrobras que cobraban sobornos de entre 1% y 3% del valor de los contratos y luego distribuían parte de lo recaudado a partidos políticos.
Esa maquinaria costó más de 2.000 millones de dólares en pérdidas a Petrobras.
En gran medida, las investigaciones avanzaron de la mano de las llamadas delaciones premiadas, aunque hasta el momento ni la Procuraduría ni la Corte Suprema reconocen oficialmente que Pessoa haya ingresado a ese programa.
Rousseff no ahorró palabras duras sobre esos testimonios. «Nunca recibí a ese señor (…) Estuve presa durante la dictadura y sé lo que es. Intentaron transformarme en una delatora. La dictadura hacía eso con las personas presas. Y les garantizo que yo resistí bravamente (…) No respeto a los que hablan», dijo.