Carmen Elvira de Ramírez, una caroreña que llevó su fe católica a nivel de compromiso heroico, nos inculcó desde muy niños que la manera de identificarse como perteneciente a la religión enseñada por Jesús era afirmando que uno era católico, apostólico y romano. Albita mi hermana seguramente entendía con mayor claridad el contenido de esta expresión porque era algo mayor y Mamaíta le daba lecciones especiales de catecismo, pero en mi caso yo simplemente repetía esta expresión porque me sonaba como una conjura contra unos espíritus sin oficio que se dedicaban a interferir mis conversaciones con las voces de arriba del cerezo.
Luego supe que ser católico era creer y practicar las enseñanzas de Cristo, quien es el camino de salvación universal para todos los seres humanos. Que lo apostólico era para reafirmar la continuidad de sus mensajes y sus instrucciones a través de las prédicas de sus apóstoles y lo de romano por viejos conflictos que culminaron en separaciones que desconocían al Vaticano y al Papa como rectores del catolicismo. Así que ser católico, apostólico y romano era estar en línea directa con Jesús, al menos ese era el significado profundo de esa declarativa confesional.
Luego de Vaticano II esta expresión que por tanto tradicionalismo daba a los sacerdotes un poder prácticamente incuestionable y al uso del latín una fuerza intimidatoria, cayó en desuso porque los temas sociales y el relieve que tomó el apostolado laico crearon un sano equilibrio entre la feligresía y las instancias clericales, algo que su Santidad Francisco ha llevado a niveles de norma cotidiana de conducta para el pueblo católico.
No obstante esta complementación entre lo místico y lo social no desplazó el sistema de creencias dentro del cual el Cielo, el Infierno, los Santos con sus milagros y los Ángeles como figuras protectoras, forman parte de los espacios de fe en donde al mismo tiempo que actores racionales nos sentimos criaturas a disposición de la mano paterna, amorosa y rigurosa, de Dios.
Esta percepción y ejercicio del catolicismo es frecuente encontrarlo en personas de segmentos etarios que fueron formadas con esquemas trentinos, por ello llama la atención y motiva admiración verla en un joven como Alexander Suárez, abogado con estudios de posgrado, profesional exitoso en libre ejercicio y gremialista con amplio apoyo entre sus colegas.
Alexander encaja perfectamente en el rol de católico, apostólico y romano. Es un militante de la política y de la lucha social que abraza con absoluta firmeza los principios sociales de la Iglesia católica y tiene como libros de cabecera tratados de Derecho Canónigo. Hace pocas semanas aprovechó una audiencia con el Arzobispo de Barquisimeto, Antonio López Castillo, para presentarle un proyecto, que le fue aprobado, para la conformación de un grupo laico orientado al servicio social en materia de salud y a la formación de jóvenes para que sean líderes de sus comunidades en la defensa de valores universales para la convivencia y el desarrollo ciudadano.
Dios proteja al amigo Alexander y gracias por invitarme junto con mi lobo estepario a participar en este hermoso proyecto que él encabeza y colocó bajo la protección de San Juan Pablo II. Deus in nobis.