Nuestra tipología y forma de ser están matizadas por el calor del trópico, somos caribeños en primer lugar.
Ese sol que tenemos todo el año nos da la energía tan típica que demostramos, también alegría y buen humor que sale a flote hasta en las situaciones más adversas.
Asimismo, la despreocupación, porque no tenemos que prepararnos para el invierno, no sabemos qué es pasar trabajo, ni recuerdos de guerras o hambrunas. Ello, nos permite dejar todo para última hora, improvisar.
Ese carácter tan desprevenido viene de allí. No planificamos y aplicamos el refrán que dice: “Como vaya viniendo, vamos haciendo”. Todas esas actitudes nos tienen sumergidos en el atraso.
El progreso se encuentra en la organización, planificación y la excelencia. Mientras sigamos improvisando, no habrá dinero que nos saque de la crisis y de la pobreza mental. Llevamos el rancho en la cabeza, aun cuando podemos hacer grandes cosas, nos conformamos con ser mediocres.
Con toda esa herencia, deberíamos tener una educación liberadora y resulta que es lo contrario, todo eso negativo se afianza en las aulas. Esos valores nos los refuerzan en la escuela, porque la mayoría de docentes son personas que no pudieron escoger una carrera prestigiosa por su bajo promedio de notas, es decir, son mediocres. ¿Cómo un mediocre forma un ser eficiente?, ¿con qué ejemplo? Debemos comenzar por allí: seleccionando con expertos a los que van a ser maestros y luego formarlos para la excelencia. Mientras eso no se logre, no tendremos generaciones de reformadores, intelectuales o científicos. Me refiero a la educación de esta época, porque los maestros de antes, los normalistas, contaban con vocación y preparación.
En nuestro ADN está presente, además de los males señalados, la viveza criolla. Es una forma de ser que nos caracteriza por querer ser los primeros en recibir atención, por pasar por encima de los demás, saltarnos las reglas y otras conductas negativas. La educación debería cambiar esos patrones y hacernos personas que respetemos al otro, cultos y educados. Volvemos a la raíz del problema y vemos que es cuestión de familia y sociedad. Es esa viveza la que está más palpable con la escasez y el desabastecimiento. Un grupo de compatriotas se está haciendo rico con la reventa de productos básicos y nadie hace cumplir las leyes. Cambiar el ADN no es posible, sin embargo, se puede educar para eliminar esos vicios de comportamiento exhibimos.