Signo de los tiempos que vivimos, en los que lo ordinario se convierte en contingencia sorpresiva, misteriosa y telúrica, la Rectora Tibisay Lucena anunció oficialmente que los comicios parlamentarios se llevarán a cabo el próximo 6 de Diciembre. Insisto, importantes sectores de la oposición, sobre todo aquella que veía impotente a muchos de sus líderes como Leopoldo López, arriesgar su vida, en huelga de hambre, exigiendo no sólo la liberación de los presos políticos, sino precisamente la fecha de las elecciones a la Asamblea Nacional, deben pensar hoy que sin su presión, sin su protesta, sumada a la de no pocos ni livianos actores de la política internacional, dicho anuncio no se hubiese efectuado.
Pero definida el día de la cita electoral, el ambiente del país continúa enrarecido, por una inseguridad que campea por doquier, ante la impunidad, las zonas de “paz”, que denotan la frágil frontera que separa a las mafias delincuenciales de los organismos de seguridad del Estado. Ante un escenario económico que asoma ya sus visos hiperinflacionarios. Ante una escasez que refleja cada vez más crudamente el fracaso del gobierno y de sus “premisas” y concepciones de control, cerco y asfixia de la libre iniciativa particular y privada. Y ante una diáspora de jóvenes profesionales y otros no tanto, que salen huyendo de un régimen que parece empecinado en clausurar cualquier posibilidad de futuro en el país.
La gravedad de nuestra situación económica, la irresponsabilidad de no tomar las decisiones y correctivos ante una parálisis que se va haciendo ya insostenible en lo empresarial y productivo, el empobrecimiento acelerado de todos los estratos socioeconómicos, y sobre todo, la negativa inercial del Ejecutivo de actuar y corregir sus propios entuertos, le va abriendo la puerta a la combinación de una serie de factores y elementos de profundo malestar social, de desesperación en resolver y conseguir las cosas mínimas para vivir, que en función de la cita electoral del 6-D, pareciera que puede sobrepasar cualquier previsión que se tenga de una campaña electoral “normal”, como veía el país hace tiempo.
La gobernabilidad, o ingobernabilidad de los próximos meses, dependerá no sólo del agravamiento de lo económico, sino de la creación efectiva de espacios de intermediación del malestar social, político y económico, y de la actuación de los liderazgos a todo nivel, en una despolarización que sigue avanzando, buscando nuevos referentes, aunque quizá algunos ya estén por allí, y solo necesiten visibilidad y resonancia.