El país está muy mal y camina hacia peor. Ya es una necedad seguir repitiendo lo que todo el mundo sabe. Especialmente el ciudadano común, víctima indefensa de un régimen sin arrepentimiento ni propósito de enmienda. Los jerarcas del gobierno cívico-militar saben que el tiempo se les acaba. No alcanzará para enderezar los entuertos del presente. Mucho menos manteniéndose aferrados a unas bases ideológicas infuncionales, absurdas en cualquier época, pero mucho más ahora con tecnologías comunicacionales que permiten hacerle seguimiento a todo.
El piso se les mueve y la inestabilidad se apodera de la vida pública y hasta del alma de los más responsables. No saben qué hacer más allá de tratar de ganar tiempo aferrándose al poder utilizando todos los instrumentos a su alcance por ilegítimos que sean. El gobierno cubano está empeñado en actividades preferentes referidas a su nueva relación con Estados Unidos, pero preocupada por perder a Venezuela como soporte fundamental, recomienda lo que mejor sabe hacer. La represión, la violencia física e institucional, las bien orquestadas y mejor financiadas campañas de desprestigio en contra de todo cuanto pueda ayudar a la caída definitiva del régimen están a la orden del día. Gremios empresariales y laborales, medios de comunicación, iglesias, partidos y especialmente universidades, entre otros factores, son el objetivo a destruir. En pocas palabras, es la ofensiva definitiva de quienes controlan a un Estado penetrado por el crimen organizado en sus diversas manifestaciones, en contra de la Nación que se levanta en defensa de principios y valores deteriorados y en peligro de extinción.
El fraude electoral que preparan cuidadosamente para las parlamentarias no será suficiente para lograr el objetivo de continuidad en el poder absoluto. Está a la vista. No hay manera de que la dupla nefasta Maduro-Cabello pueda mantenerse. Por cierto, ya no sabemos quién es el número uno o el segundón. Da lo mismo, ambos deben responder por igual ante los venezolanos y el mundo libre.