Representar a Lara

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Representar a Lara en el parlamento nacional es un honor. Cuando en tres elecciones mis paisanos decidieron con su voto acordarlo a este servidor, dije que era el mayor honor que había recibido. Así lo creo hoy, después de tanto tiempo y tantas experiencias vividas.

El mandato del pueblo es una gran responsabilidad. Por eso merece respeto. De quien lo recibe y de quien lo aspira. Y mucho más para nosotros los larenses, cuando se trata de ser en el Capitolio de Caracas la voz de este, como lo define nuestro himno, “…pueblo mil veces altivo. Que ha sabido la Historia ilustrar, valeroso, pujante en la guerra, y a la ley respetuoso en la paz”.

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Con esa convicción y esos sentimientos, he escuchado el planteamiento de un grupo muy distinguido y apreciado de conciudadanos de nuestra región, así como las manifestaciones públicas de dirigentes políticos cuya trayectoria valoro, incluidas las del amigo y compañero de afanes unitarios Henri Falcón, gobernador del estado. Sinceramente, creo que hoy, mi mejor servicio a la Unidad y al país no es ese.

Estas no son horas de pensar en perspectiva personal o partidista, porque no hay aspiración, por muy legítima que sea, que pese tanto como para situarse por encima del interés nacional de presentar una alternativa fuerte, coherente, con ideas y equipos capaces de ponerlas en práctica, como sólo puede lograrlo la Mesa de la Unidad Democrática, no porque sea perfecta que no lo es ni puede serlo, sino porque es un esfuerzo de encuentro construido y sostenido en el tiempo. Una obra colectiva. Por más valor que tenga cada uno, que lo tiene y no lo dudo, nadie hay que valga tanto como para valer más que todos juntos.

Mi contribución no es aspirar a un cargo, sino hacer todo lo que pueda para que se realice la aspiración nacional de cambio, por lo cual trabajaré y votaré en esa elección de Asamblea Nacional con cuya convocatoria está el Poder Electoral en mora con el pueblo venezolano.

Este año se cumplen cincuenta años de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes de Pablo VI, de tan importante influencia en nuestra vocación social y nuestro compromiso ciudadano. En sus reflexiones sobre la comunidad humana, nos dice: “Las perturbaciones del orden social nacen, sí, de la tensión existente en las estructuras económicas, políticas y sociales, pero nacen sobre todo de la soberbia y del egoísmo”. Se trata de una enseñanza a tener muy presente cuando Venezuela atraviesa circunstancias tan angustiantes y exigentes. Con la luz de esa conciencia, podremos iluminar mejor nuestro camino para dar los pasos correctos en esta hora venezolana.

La solución no está en la soberbia y el egoísmo. Lo que ahí está es el problema. La solución está en la generosidad y la entrega. Esas son las medidas del servicio de quienes aspiren a representarnos.

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