Hace poco leí una frase que surgió de una reunión de los obispos franceses y me encantó: “La política es la más alta expresión de la caridad”. Sorprendente para muchos esta afirmación, porque justamente nuestros políticos, con honrosas excepciones, nos han dado una visión negativa de esta actividad humana. Estamos acostumbrados a ver en los altos cargos políticos a gente oportunista, sin ética, aprovechándose de su posición para tener ventajas, privilegios, hacer negocios y afianzarse en el poder. Es más, hemos visto las trampas electorales de los gobiernos de turno para conservar ese poder, no en beneficio del pueblo como anuncian hasta la saciedad en sus campañas, sino en beneficio propio. La política se toma equivocadamente como goce del poder y no como lo que es: servicio público. El primer mandatario de un país es el primer servidor del pueblo, no su jefe ni su papacito, sino más bien su siervo. La política es una noble vocación de servicio. Quien no sienta esto desde sus entrañas que se dedique a otra cosa, porque si asciende en la vida pública sólo hará daño a la nación. Ejemplos nos sobran, están vigentes y destruyendo, si es que queda algo por destruir.
Se dice que el hombre es un animal político. Dios lo creó no como ser aislado ni guiado sólo por sus instintos, sino como ser racional consciente de su entorno, capaz de pensarse a sí mismo y relacionarse con los otros hombres, de organizar una sociedad para la convivencia y establecer las reglas para el buen desenvolvimiento de ésta. De aquí emana el principio de autoridad: se necesita que alguien tome las riendas y aplique las normas para lograr el bien común. De esta necesidad indispensable en toda comunidad nace la actividad política: hay que escoger las personas
que van a ejercer esa autoridad. También empiezan los problemas de la humanidad a través de la historia. Esta función primigenia y pura se ha transformado en un medio torcido por la ambición para alcanzar, gozar y retener el poder.
Entonces, ¿cómo dicen los obispos franceses que la política es la más alta expresión de la caridad? Estamos en el “deber ser”, no en lo que es. Aunque vivamos en un mundo errado debemos aspirar a uno, si no perfecto, que al menos intente caminar hacia la perfección. Tenemos que tender siempre a lo inalcanzable en su totalidad: la verdad, la justicia, la libertad, el bien común, la solidaridad, la paz. Si un pueblo no se rinde en esta lucha avanzará decidido hacia un destino mejor. No asirá nunca la estrella polar, pero no cesará de guiarse por ella.
La política es un acto de amor. La persona que se dedica a ella con pureza de intención busca el bien del país que ama, entonces emprende un camino de sacrificios, de renuncias, de entrega a los demás, se niega a sí misma para servir. Quiera Dios que nuestro mundo político se llene de estos siervos. Cambiaríamos el presente y marcharíamos con paso firme hacia el futuro.