No me gusta decir que la esperanza es lo último que se pierde, prefiero pensar que el ser humano no puede vivir sin esperanza. Para un cristiano, ni la muerte hace desaparecer la esperanza, entre otras cosas porque la esperanza es una de las tres grandes virtudes teologales, aquellas que nos hacen mirar haciaDios. Qué triste sería la vida sin esperanza.Esta virtud nos recuerda, junto con la fe y la caridad, el encuentro personal de cada uno, cara a cara con Dios, al final de nuestros días.Pero no es exactamente de esta esperanza teologal de la que quiero hablar, me quiero referir a una esperanza más terrenal, más de esta vida, que sin duda alguna forma parte de aquella, pero se circunscribe a nuestros días, me refiero a la esperanza de lograr en Venezuela, mejores tiempos para las nuevas generaciones, para nuestros hijos y nietos.
Me duele en el alma el terrible desprestigio en que ha caído nuestro país en todos los órdenes. Suelo oír frases como estas: Aquí ya nada se puede hacer.Todo está perdido. No se ve nada bueno por ninguna parte. Venezuela perdió su rumbo y no lo recuperará. A quienes hablan de esa manera, suelo responderles que el gobierno quiere fomentar esa idea y desalentarnos a todos, especialmente a nuestros jóvenes. Pero no, no todo está perdido, Venezuela es un país para la esperanza, el mal que hoy nos agobia no nos está venciendo, no nos va a vencer, al contrario, ya vemos signos de la absoluta e indetenible debacle del régimen. En el mundo ya es claro que Venezuela es un país de grandes posibilidades, que su problema es el gobierno que hoy la conduce. No se me olvida aquella hermosa película “La vida es bella” de Roberto Benigni, en la cual se relata una historia transcurrida durante los horrorosos días del fascismo italiano y la persecución nazi a los judíos. Un judío italiano, simpático y de buen humor, quiso mantener a su hijo lejos de los sufrimientos de la guerra y de la situación que ellos estaban viviendo y a pesar de todos los males que les ocurría siempre les sonrió a su hijo y a su esposa, fue fusilado por los alemanes el día que los aliados entraban en Italia, pero logró salvar a su hijo y a su esposa de la depresión y de la desesperanza. La esperanza es siempre la gran aliada de las grandes victorias.
Este domingo pasado fue un renacer de la esperanza en Venezuela. En varios estados la Mesa de la Unidad Democrática celebró elecciones primarias y escogió sus candidatos para las próximas elecciones de la Asamblea Nacional. Una muy buena concurrencia de electores, superior a la de 2010, y una abierta libertad para manifestarse en esa elección caracterizaron la jornada. Nacieron nuevos liderazgos, jóvenes, frescos, llenos de esperanza de un nuevo porvenir. Esos signos alentadores han hecho crecer la esperanza.