José Perdomo es un hombre radicado en Barquisimeto hace 30 años; nació en Caracas y las vueltas de la vida lo condujeron a la capital musical. En su haber existen una esposa, tres hijos, decenas de trabajos en los que se ha desempeñado mayormente tras un volante y una amplia memoria en las carreras, calles y cada uno de los barajes de la ciudad de Barquisimeto.
Es un gran conocedor de direcciones, de vías, de atajos y los famosos caminos verdes al momento de tener que llegar a un lugar. Su experiencia de 48 años tras el volante lo certifica. En esa memoria intransigente puede recordar cada hueco en el asfalto que existe en la ciudad. Su memoria así lo documenta: calle 23 entre las carreras 19, 20 y 21 es una odisea de cráteres y peligro. En la avenida Libertador, justo en las cercanías de Pata ‘e Palo, todos los días esta presente y despierto un presumido hueco que hace nostalgia con el tiempo de su existencia, voces que van y vienen hablan de este agujero en el asfalto como un sustantivo que tiene vida propia. La avenida Rómulo Gallegos (calle 42) desde la avenida Libertador hasta la avenida Venezuela es una trinchera constante de boquetes sin fin ni comienzo. La vía completa al sector El Ujano es la muestra misma de falta de voluntad y querencia ha nuestro propio andar.
En Barquisimeto, así se recorre la vida, entre huecos, baches, peros y pretextos. Así transcurren los kilómetros, en promesas y esperanzas. Los Gobiernos palabrean. Ofrecen. Critican, pero no cumplen. La feria del asfalto se oye en cada frecuencia radial, pero se pierde en la vista y el presente. Vociferan cientos de toneladas que nunca son suficientes o existentes. Así recorre nuestro presente, nuestros caminos.
En fin de cuenta, todas las quejas, críticas, autos dañados por las condiciones de las vías, cada caucho abombado o explotado en un hueco, cada tren delantero desajustado de las unidades de transporte o particulares, cada persona lesionada por caer en un inesperado hueco en el pavimento, cada retroceso en el proceso evolutivo de la ciudad, ha de ser solo una sensación de sus habitantes. Todo es solo un estado mental que padecen los transeúntes. ¿Me pregunto si los concejales, el alcalde y el mismo Gobernador no manejan, no circulan por las calles de su ciudad? Tienen discursos en procesos electorales, y una vez que obtienen su cometido olvidan las carencias miserables que perjudican a sus propios despachos. La vialidad de la ciudad es el desaire que todos respiramos.
Venezuela es uno de los países con mayores reservas petrolíferas, según cifras del Gobierno nacional, se importan cerca de 2.5 millones de barriles de petróleo diariamente. En este mismo Gobierno son incontables las misiones sociales de las que se alardean. En incontables elocuciones de representantes del Gobierno se vocifera que a cada venezolano le llega su gota de petróleo que por ley y compromiso social le corresponde. Pero qué paradoja es ver que a las “mismísimas” calles y carreteras del país no le llega esa gota de petróleo. A fin de cuentas solo queda celebrar nuestra historia, nuestro arraigo, el ayer, el hoy y el mañana. A fin de cuenta solo queda celebrar nuestros caminos, que con asfalto o sin el mismo nos han llevado a nuestro destino.