Perdimos la brújula en medio de nuestra tormenta política. Los ánimos se han exacerbado y el disgusto es tanto que hemos perdido la credibilidad entre nosotros. Ahora desconfiamos de todo, desconfiamos de los de allá y de los de acá. Estamos extraviados en un laberinto que nos obliga a una profunda reflexión sobre nuestra conducta. Cuando hay enojo es el peor momento para una decisión, pero cuando el disgusto nos radicaliza a conciencia, nos pone en el grave peligro de que se aprovechen y se unan los extremos tanto de derecha como de izquierda, y aún reconociendo su antagonismo se convierten en igual de malos para la sociedad y fundamentalmente para quienes soñamos vivir siempre en libertad.
Nos hemos extraviado en el camino que conocemos, en el camino de la democracia. Desgraciados nosotros si buscamos perdernos a propósito, porque estaríamos siendo desleales con nuestra historia, con nuestros padres y con nuestro pasado. Muchos de nosotros, en medio de la tormenta, estamos señalando como culpables a la propia gente nuestra y eso no es así. Venezuela vive la inflación, el desempleo y la corrupción más alta de toda su historia republicana. Venezuela está rendida a los pies de un país extranjero como es Cuba, sus instituciones están destrozadas y su economía depende de las migajas que logran llegar a nuestros puertos. Escuchemos de nuevo el “vuelvan caras”, porque en nuestro caso, el enemigo está detrás de nosotros y no entre nosotros. Busquemos la libertad con libertad y allá los que desean encontrarse con la dictadura, bien con la dictadura del proletariado o con la dictadura de la burguesía, ambas son malas, y peor aún el fascismo, el nazismo de Hitler, el nacional-socialismo, la extrema derecha y la extrema izquierda juntas.
La oposición logró en un destello de luz, encontrar el camino de la unidad en circunstancias tan difíciles como las que vivimos hoy. Desde aquel entonces hasta ahora, hemos avanzado en muchas cosas, pero sobre todo en haber creado conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos frente a la patria, de entender que la antipolítica es una posición infame cuando el destino de la patria está en nuestras manos. Dejar hacer, dejar pasar, es dejar morir, es convertirnos en cómplices de nuestra propia ruina. Tanto ayer como hoy, están en juego nuestros intereses, por qué pensar entonces que los males de la unidad son los culpables de la tragedia y que nosotros debemos afincarnos allí para destruirla, para acabar con los partidos políticos y convertirnos nosotros en el “superman” de la crisis. ¡No!, entendamos que si nos hemos extraviado, debemos afianzar la unidad para retomar el camino. Es muy importante que comprendamos que dispersos somos blanco fácil del adversario, y ese fue un error que cometimos. Hoy, extraviados, la patria nos llama a que volvamos a encontrarnos, y que el reconocimiento de ese error nos sirva para buscar y reparar la brújula que perdimos en medio de la tormenta.
Hay mucho trabajo por hacer. Tomemos cada uno de nosotros posición de nuestras trincheras, con el sagrado propósito de restituir la libertad en Venezuela. Debemos abrir el espacio en la MUD, pero no cerrarla, retomemos el diálogo con el gobierno y no olvidemos el compromiso que tenemos con nuestros hermanos que están pagando cárcel y en el exilio por nosotros, pero sobre todas las cosas no olvidemos a los que han muerto en la batalla. En cada acto debemos honrar y recordar sus nombres para que no volvamos a extraviarnos.