“Se Busca Amor Verdadero”
“Este es mi mandamiento que se amen los unos a los otros” (Juan 15,12)
La palabra amor, designa en efecto gran cantidad de dimensiones diferentes, ya sean espirituales, carnales, pasionales o racionales, que construyen o destruyen.
Existen tantos tipos de amor, tales como el amor a los padres, a los hijos, de los esposos entre sí, de los hijos a los padres, entre hermanos, el amor entre novios, el amor al prójimo, en general.
En medio de todo esto, existe verdadero y falso amor, una autentica relación hermosa, pero también se puede dar una realidad de maldad o de pecado.
El hombre bíblico, conoce el valor de la afectividad y del amor, como también de sus peligros y riesgos (Proverbios 15,17).
Ahora bien, todo esto lleva consigo una serie de reflexiones, tales como ésta: Siendo Dios tan grande, tan perfecto, tan poderoso, ¿Cómo podrá bajarse a amar y a entender al hombre, siendo éste tan pequeño, tan débil y a veces tan desagradecido? ¿Qué relación existe entre el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a Dios?
La Biblia nos dice con toda claridad que Dios ha tomado la iniciativa de un diálogo de amor con los hombres y a partir de este amor les motiva e induce a amarse los unos a los otros.
En el Nuevo Testamento el amor al prójimo aparece vinculado necesariamente al amor a Dios. Estos dos mandamientos que se funden en un solo amor, son la clave de la ley, en efecto “se acercó uno de los escribas que le había oído, y viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contestó: El primero es, escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es, amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12, 28-31).
Es este el compendio de toda exigencia moral. Es este el mandamiento único.
La caridad es la obra máxima de toda fe, activa, “porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión tiene valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad” (Gálatas 5,6).
El amor a Dios, también de alguna forma debe pasar por el amor al prójimo, ya que “el que no ama a su hermano a quien ve, ¿Cómo amará a Dios a quien no ve? (1Jn 4,20 ss).
Este amor es esencialmente producto de la fe, diferente a sólo filantropía. Surge como consecuencia de amor a Dios. Imita el amor de Dios al hombre, “porque si amas a los que te aman ¿Qué recompensa vas a tener?” (Mateo 5, 46ss). Jesucristo invita incluso a amar a los enemigos.
Esta si es una verdadera prueba de fuego, que exige una madurez inmensa, un valor tremendo, una fe heroica. Esta sólo se entiende por la acción de la Gracia de Dios, en nosotros.
No existe otra explicación.
Quien lo logre, ha crecido en su fe.
Todo ello es fruto de ese amor, como poder de Dios en nuestras vidas.
Tal amor viene de Dios y existe en nosotros por el hecho de que Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, transformándonos en hijos.
Amamos a Dios en si mismo, y lo amamos además a través del prójimo, ya que esa comunidad formada por individualidades unidas, es el mismo cuerpo místico de Cristo (Romanos 12, 5-10). De esas formas podemos responder agradecidos a ese Dios, quien nos amó primero (1 Juan 3,16)
Por lo tanto será el tiempo, la caridad, la actividad esencial del seguidor de Jesucristo y en base a esto será juzgado (Mateo 25, 31-46).
Así pues, Jesús deja en claro: “En esto conocerán todos que son discípulos míos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13,35).
De esta manera Cristo inauguró una nueva era en donde el Espíritu Santo crea corazones nuevos en el amor.
Por lo tanto sin la caridad, nada en la vida cristiana, tiene valor. La caridad sobrevivirá a todo (1 Corintios 13, 1ss).
La puesta en práctica de los valores del Evangelio, en intima unión con Dios, tanto en la plegaria como en los sacramentos, se manifestó de un modo especialísimo en el amor fraterno vivido en medio del mundo, y es así como se hace reconocible y visible hoy a Jesús muerto y resucitado. (Juan 15, 15).
En nuestros días más que nunca necesitamos volver con profundidad y sinceridad a Dios.
Convencernos de su existencia y de que en Él está nuestro origen y sentido de la vida. Es necesario que sintamos a Dios de verdad como un Padre justo, misericordioso, omnipotente y bueno, y que tratemos de comunicarnos con Él, en una oración íntima, en el templo, en el hogar, en el cumplimiento del deber, en los sacramentos, en la naturaleza, en su palabra en los seres humanos, en la poesía, en la pintura, en la música.
Pongámonos en las manos de Dios, tal cual como un niño se siente seguro en los brazos de su madre o de un padre.
Sólo Dios nos da paz profunda, seguridad interior y exterior. Procuremos tener la experiencia grandiosa de sentirnos en la presencia de Dios.
Tratemos de amar al prójimo, esa actitud nos hace auténticos, nos desintoxica del veneno, del odio y del resentimiento.
Ahora bien, ese amor debe verse en la vida diaria; se manifiesta en el buen trato, quien maltrata injustificadamente de cualquier forma al prójimo, no lo puede amar.
Quien humilla en su manera de ser al prójimo, como una forma de poder, es imposible que lo ame.
Quien sea ofensivo como sistema de vida, ese no ama.
La cortesía y la urbanidad desde la fe, es caridad, es amor cristiano.
Quien calumnie, no ama. Quien busque hacer mal a otro, no ama. Quien tenga envidia, no ama. Quien asesina sin más, no ama a quien mata. Quien roba a su hermano, no lo ama.
Mons. Antonio José López Castillo
Arzobispo de Barquisimeto
¡Feliz día de las Madres!
Mons. Antonio José López Castillo, Arzobispo de Barquisimeto en unión a todo el Clero Arquidiocesano, hacemos llegar en este día, nuestro saludo y homenaje de especial aprecio y gratitud filial a todas las Madres.
Que la Madre del cielo, las bendiga a todas. Y una flor y un recuerdo, para las madres que están en la eternidad.
Santo Padre
¿Sirvo o dejo que me sirvan?
El Santo Padre reflexiona sobre la identidad cristiana: la historia y el servicio
Vatican City, 30 de abril de 2015 (ZENIT.org)
El cristiano está dentro de una historia de pecado y de gracia, siempre delante de la alternativa: servir o servirse de los hermanos.
…el Papa ha recordado que la identidad cristiana es el servicio, no el egoísmo… Somos llamados al servicio. Ser cristianos no es una pertenencia o una conducta social, no es maquillarse un poco el alma, para que sea más bonita”.
Evangelio
Juan (15,9-17): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. … Esto os mando: que os améis unos a otros.» Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.