#opinion: El Chip y Otro Negocios por: Antonio Urdaneta

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Para combatir el contrabando se necesita gobierno. Éste puede ser municipal, regional o nacional. Los dos primeros para colaborar, según la planificación que haga el Ejecutivo Nacional, a objeto de proteger el ámbito fronterizo. Es decir, para desarrollar políticas que eviten actividades irregulares en las zonas limítrofes. Una de estas irregularidades es el contrabando. Un cáncer que arruina rápido a cualquier país y que genera, además, males como el desabastecimiento de todos los productos que se comercializan ilícitamente en las fronteras.
Es público y notorio que el contrabando, como las demás calamidades que padece el pueblo venezolano, se ha incrementado vertiginosamente en los últimos catorce años, sin que las autoridades a quienes corresponde la obligación de enfrentar semejante desgracia, lo hayan hecho. Al parecer, ni siquiera lo han intentado, puesto que cada día es más visible a los ojos de la sociedad. Aunque para el gobierno todavía siga siendo un mal “invisible”. Es lo que todo el país supone, dada la irresponsabilidad del Poder Ejecutivo Nacional para custodiar, en las áreas fronterizas, el patrimonio de la República.
En lo que respecta al contrabando de combustible, que significa una pérdida milmillonaria de dólares anualmente, como es la costumbre de los golpistas de 1992, pretenden culpar a los pueblos de las fronteras. Es lo que sugiere la implementación y aplicación de ese “inofensivo” dispositivo apodado “el chip”. Un sistema apropiado para hacer buenos negocios ilícitos desde las “alturas del poder”. Así como el vulgar entramado de corrupción, ese creciente comercio de importación, impuesto para sustituir los alimentos que, después de 14 años de “revolución”, ha dejado de producir el país. Comercio de exageradas importaciones, que cumplen, además, el perverso propósito cubano de imponer en Venezuela, de cualquier manera, la tarjeta de racionamiento.
¿Se imaginan la masa de dólares que produciría la venta de ese chip directamente a los contrabandistas, y quiénes están en condiciones de comercializarlo ilícitamente? ¡Piénsenlo! ¡Intúyanlo!

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