Si usted revisa la evolución de las naciones más avanzadas en el mundo, no quedará duda sobre la presencia de un factor común en las mismas: investigación.
Pues bien, un país se construye y prospera con investigación porque por intermedio de ella se mantiene la soberanía del conocimiento y se ejercen las prácticas ineludibles para responder a las necesidades colectivas y del desarrollo.
Consulte a quienes dirigen los destinos de la nación, pregunte a los empresarios, a los educadores, a cualquier ciudadano, y difícilmente habrá diferencias de opinión en el particular. Entonces, ¿por qué en nuestra cotidianidad se infravalora esta práctica, si de hecho puede contribuir al progreso del país? ¿Qué podemos hacer?
Con relación a la primera interrogante, posiblemente el espacio quede corto para la enumeración de factores. Sin embargo, haciendo alusión a los aspectos más relevantes asociados con ciencia y tecnología, la presencia de un cuerpo de debilidades estructurales en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), las dificultades para el acceso a fuentes diversas de financiamiento, el exiguo apoyo cultural a los valores que sustentan la investigación, una mezcla de saberes populares no sistematizados en convivencia con métodos científicos luchando por un espacio de reconocimiento, la deficiente divulgación de logros obtenidos y los excesivos controles por parte de los entes competentes en el área, han venido representando desde los inicios del sistema hasta hoy día, algunos de los elementos recurrentes que con sus particularidades han coadyuvado a mantener esa visión relativamente separada, injustamente subvalorada y demeritoria de la investigación, sobre todo en disciplinas distantes de las ciencias básicas.
Sin embargo, paradójicamente se sigue haciendo investigación. El persistente trabajo en las distintas áreas del saber propiciadas desde la academia, institutos y centros afines; el incremento de investigadores e innovadores en el país; el desarrollo de programas de estímulo asociados al área y los beneficios generados a sectores diversos del quehacer nacional como consecuencia de la creación y aplicación de conocimientos, representan por contrapartida, evidencias del valor agregado producido. Pero ello es insuficiente aún.
Es necesario entonces, incentivar sustantivamente a quienes contribuyen de forma tangible a la solución de problemas en las áreas estratégicas definidas en los planes de ciencia y tecnología, y en ese particular, el Estado tiene suficiente recursos; debe fomentarse y seguir premiando la investigación en cualesquiera áreas del saber, pero debe hacerse de manera confiable y para ello, la rigurosa preparación metodológica es un requisito a cubrir de manera uniforme; hay que establecer mayor sintonía con los distintos sectores que hacen vida en la colectividad y por ende, la divulgación masiva de resultados, la oferta de servicios para resolver problemas que ameriten de investigación y el fomento a la creación de unidades, laboratorios o centros de I+D+i en los distintos ámbitos de la colectividad, representan opciones susceptibles de llevar a la práctica.
Es preciso que el aporte del presupuesto nacional en investigación con relación al PIB mantenga consonancia con los productos y resultados generados, que la inversión privada en el área adquiera mayor relevancia, y en definitiva, que se facilite el trabajo del investigador para que la cantidad de personal dedicado a ciencia y tecnología, se ubique en los parámetros de las naciones más avanzadas del planeta. Sólo así progresaremos sostenidamente, sólo así incrementaremos la producción de patentes venezolanas y sólo así, seremos creadores de conocimiento.