Cuaderno de Manhattan llega con sutileza

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Como “una novela autobiográfica ficcionalizada, una novela de aprendizaje”, describe su obra Víctor Carreño (1968), ganador del Primer Concurso Fundavag de Novela.

La historia de un venezolano viviendo las entrañas de la inmigración en la “capital del tercer mundo” mientras estudia en la Universidad de Columbia, devela los difíciles partos del aprender que empujan su conciencia a la omnipresente violencia, congeniada en la Nueva York abrasada por el desplome de las Torres Gemelas, además de su equipaje de los golpes de Estado y de la Venezuela en descomposición que dejó atrás, buscando otro camino, para encontrar ese lado rudo, del Primer Mundo, que asimila y expresa en esta creación conmovedora Cuaderno de Manhattan.

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Después de escribirlo

–¿Cómo es su antes y después de Cuaderno de Manhattan?

–Aunque no tenía muy claro al principio de qué iba a ser mi libro, dos cosas estuvieron siempre presentes, en apariencia paradójicas: crear un mundo ficticio y expresar el impacto que me produjo la dura vida de los inmigrantes latinos en Nueva York, que conocí de cerca pues viví entre ellos unos meses que nunca olvidaré. Con el tiempo se fueron sumando personajes inventados, experiencias e influencias intelectuales. No hay un solo Nueva York. La ciudad que yo descubrí es una que no aparece en las postales o en los itinerarios para turistas y amantes del arte. Esa, desde luego, la disfruté también, pero limitarme a esta imagen hubiera sido caer en lugares comunes. Debo añadir que mi visión de la ciudad es la de un autor venezolano. Fui testigo de esa transición que se dio entre fines del siglo XX y principios del siglo XXI en Venezuela y Estados Unidos.

–La novela reúne momentos históricos paralelos. Estuve en Caracas durante los golpes de Estado de 1992 y en Nueva York el día del ataque a las torres gemelas en 2001. Parte de la novela refleja la incertidumbre de una violencia ubicua. Existen valiosos narradores venezolanos que desde fuera del país han abordado la violencia política y las vicisitudes de la diáspora venezolana. Los he estudiado y he escrito sobre su obra. Me es muy difícil ponerme en perspectiva frente a ellos, decir en qué me han influido o no. Sí recuerdo que durante mis años neoyorquinos gravitaban sobre mí escritores venezolanos que habían vivido en la Gran Manzana. Entre otros Picón Salas y Uslar Pietri, que fueron profesores de la Universidad de Columbia donde estudié.

 

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